Las redes sociales son las grandes protagonistas del momento, se estima que solo Facebook tiene 2,2 mil millones de usuarios activos al mes e Instagram sobre 1000 millones. Estas llamadas comunidades virtuales nos han ubicado en un mundo en el que vivimos bombardeados por las opiniones ajenas. Lo que parecía la conquista total de la libertad de expresión ha hecho que una parte de la ciudadanía se sienta cada vez más invadida e incómoda. Grupos de presión organizados en las redes - feministas, activistas de izquierdas y derechas- han empezado a cometer excesos intolerables mediante verdaderos linchamientos digitales, las peticiones de boicot y búsquedas de firmas. La justicia se ha democratizado y la silenciosa mayoría soporta estoicamente la voz despiadada de minorías arrogantes y cerradas.
Durante los días del Sínodo, se recordó que el mundo digital es “un espacio de personas y no de cables”, como dice el Papa Francisco “Somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4,25)”.
Las redes sociales facilitan la comunicación y el intercambio de ideas, pero no borran los principios básicos de educación, urbanidad, el respeto que debe prevalecer siempre entre las personas, fruto de un modelo de comunicación “constructiva”, cimentada sobre los derechos de las personas. El primero de estos, es sin duda el respeto a la libertad opinión a aunque sea diversa a la mía.
Un reto para nosotros es reaprender un lenguaje de comunión y dar espacio al respeto y a la generosidad que permita una comunicación más trasparente, que reconozca el valor de la visión de nuestros interlocutores y facilitar a que lentamente surja la verdad. Reaprender este lenguaje es a apuntar a un tipo de comunicación que se construye sobre las bases de la información verdadera, el dialogo y la comprensión mutua.
Desde este enfoque las redes sociales se perfilan como un instrumento poderoso de transformación, de discusiones con argumentos, generadoras de ideas creativas que permiten pensar juntos soluciones a problemáticas diversas.
En los años 90 al inicio de internet todos pensábamos que la red nos permitiría crear una sociedad: nueva, más democrática, dialogante y libre. El tiempo nos ha demostrado que esto no era fruto solamente de una plataforma electrónica, sino que es el resultado de la voluntad de personas que verdaderamente están dispuestas a colaborar.
Estamos viviendo uno de los momentos más hermosos y productivos de la Historia. Tenemos un viaje largo todavía por delante de lugares nunca antes vistos de parajes desconocidos, es allí donde la Iglesia debe dirigirse, sin miedo y dispuesta a habitarlos, debemos apropiarnos nuevos lenguajes y estrategias comunicativas, pero sobre todo debemos dejar atrás de nuestros paradigmas mentales y discursivos que articulan modelos de comunicación extemporáneos e inapropiados que no nos permiten comunicar con las nuevas generaciones.