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No importa donde estemos, pero no perdamos la alegría y hagamos “ruido”
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25 Enero 2019

Jóvenes tumbados en sus camas, con sus audífonos puestos, mirando fijamente el celular, solo esperando que pase el día y venga el siguiente. Esa es la imagen de millones de chicos cada domingo por la tarde. Una realidad que un inmenso número de jóvenes viven hoy en medio de una situación de vacío existencial, como lo señala el psiquiatra austríaco Victor Frankl, refiriéndose a una existencia sin valores.  Es un mal que crece como una epidemia en nuestras sociedades.

Esa situación descrita de vacío e inmovilidad se contrapone con el enorme entusiasmo por la vida que irradian cientos de miles de jóvenes que en estos días están reunidos en la ciudad de Panamá, una multitud que cree en la esperanza y que está convencida que construir un mundo mejor es posible.

Ser joven hoy es un gran desafío que requiere más que nunca la fuerza y el valor de ir contra corriente en una sociedad que se ha empeñado en matar la ilusión, en eclipsar los valores y reducirlo todo a una felicidad artificial que cabe en el espacio de una billetera.

Conmueve constatar la solidaridad desinteresada de tantos jóvenes voluntarios que durante meses y meses han regalado generosamente su tiempo preparando lugares y recursos para recibir a otros jóvenes y hacer de este encuentro un momento de fe auténtica, alegría y amistad. Es tocar la posibilidad de una utopía en estos tiempos.

Contrasta con el análisis descarnado del filósofo Coreano Byung Chul-Han quien denuncia como en nuestra sociedad el “rendimiento” se ha instalado como una filosofía de vida compuesta por un sistema de reglas y formas que la gente debe aceptar solo para poder sobrevivir. Una sociedad basada sobre las mitificación de la figura de los mejores, identificados con aquellos más competitivos, donde los sujetos son obligados a auto-explotarse y convivir constantemente con el miedo a ser descartados. Es ese tipo de sociedad que a juicio de Goleman, genera verdaderos “analfabetos emocionales”; es decir, personas incapaces de manejar sus propias emociones.

El contexto cultural en el que los jóvenes tienen el desafío de construir una nueva cultura, fruto de sus sueños y esperanzas, no se presenta fácil; sin embargo, ellos son los más indicados ya que tiene dentro de sí la semilla del coraje y de la pasión por el encuentro interpersonal y la creación de lazos humanos auténticos

Impresiona el valiente testimonio de Fe de los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2019. Es un claro mensaje a las comunidades cristianas, un llamado a no desalentarse y a seguir su ejemplo. Es hora de infundir juntos esperanza en una sociedad atrapada en la pasión por la tecnología, la innovación y el rendimiento; pero disgregada, desencantada y sin rumbo.

En la “red” muchos celebran el triunfo de los llamados nuevos referentes de vida y el fin de las instituciones, pero los jóvenes nos manifiestan que si bien ellos quieren un cambio profundo en las estructuras, no han abandonado la búsqueda de valores ni la referencia a la fe como fundamento personal y de la transformación del mundo.  

“No se olviden de estar siempre alegres, hacer mucho “ruido”, y no dejarse desalentar”. Una palabra oportuna para todos los que creemos.

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