EDITORIAL
Pasamos horas, cuando niños, mirando en el cielo oscuro para descubrir las estrellas fugaces que pasan. Nos dijeron: "Cuando veas una estrella fugaz, pide un deseo". Pero siempre es triste ver una estrella surcar el cielo, caer y apagarse. ¿A dónde van las estrellas fugaces?
Una de las experiencias más bellas que vivimos como educadores es cuando un joven se nos acerca durante el día y nos pide un minuto porque tiene algo importante que decirnos: "Don, estoy enamorado, soy la persona más feliz del mundo". Realmente quería decírtelo porque eres una persona importante para mí". El rostro presenta un curioso brillo, las palabras se superponen, hay agitación y luego silencio. Están esperando nuestra respuesta. A veces sólo esperan que les digamos que somos felices y que compartimos su alegría, una palabra de aliento. Puedes sentir la magia del momento.
Lo que más necesita un adolescente es ser "escuchado".
En general oímos decir que los jóvenes son: apasionados, intrépidos, idealistas, a veces imprudentes. Es cierto que los jóvenes son así, a veces puede ser una ventaja, a veces un peligro.
Muchos dicen que el mundo está hecho de números, pero ¿no está también hecho de palabras? El lenguaje es la herramienta de comunicación más efectiva para los seres humanos. Una de las emociones más profundas de nuestros padres fue oírnos decir la primera palabra cuando aprendimos a hablar. Hay palabras que causan más daño en nuestras vidas que una puñalada y otras que son bálsamos que curan las heridas más profundas. Nuestra sociedad y toda la realidad que somos se construyó con palabras.