El día 22 de marzo de 2016 en la ciudad de Bogotá partió gloriosamente a la Casa de Dios Padre. Nació para servir un 29 de abril de 1928, en Bari (Italia), era el menor de seis hijos del hogar Nicoló Lattanzi.
Ya ordenado sacerdote, el 28 de octubre de 1.958, vivió entre el diseño y ejecución de proyectos orientados a la creación y a la marcha de escuelas, en los barrios más pobres de Bucaramanga.
Sus estrategias para dignificar a los niños fueron convincentes: comida, teatro, música, juego, paseos, deporte, respeto por las personas, y ambientes de libertad y alegría. Una convicción lo acompañó: que los niños y los jóvenes deben disfrutar siempre del derecho a ser felices.
Con tales herramientas construyó su proyecto de vida sacerdotal, al servicio de aquellos “que nada tienen y lo necesitan todo”. Con entrega generosa y energía transformadora se propuso ser el amigo de los entonces llamados “gamines”, los niños y jovencitos de la calle. La experiencia pedagógica del Padre Javier está recogida en dos importantes publicaciones: el libro “Musarañas” (1981), y el libro “El niño de la calle. ¿Qué Hacer?”(2011)
Había perdido la cuenta de los niños y jóvenes a quienes rescató de las calles, de la trampa de las drogas y de las garras del delito. Fiel discípulo de Jesús y de Don Bosco, Javier de Nicoló dio la vida por sus amigos de la calle.
¿Cuántos miles de niños y niñas, jóvenes y adultos se beneficiaron? El Padre Javier había perdido la cuenta que, y tal vez, tampoco las estadísticas la retienen. Pero en la mente y en el sentimiento de esos niños y niñas, adolescentes y jóvenes de ayer y de hoy, que se han beneficiado con la riqueza de su inmenso corazón de padre, se ha esculpido imborrable este sentimiento: “¡Gracias, papá Javier…, nos cambiaste la vida!”.
