Desde hace un mes, la vida de las comunidades salesianas en Ucrania está trastornada por la guerra, que marca todas las actividades, incluida la oración. El padre Wocial pasa de separar los artículos de primera necesidad recibidos, a distribuirlos entre los más necesitados, a bendecir la gente que huye cuando hace cola antes de partir.
Incluso más allá de las fronteras de su patria, muchos ucranianos ahora físicamente en un lugar seguro siguen sufriendo por su nación maltratada y la preocupación por sus seres queridos que todavía están allí presentes. Kilina, una refugiada que se encuentra en Varsovia con sus tres hijos, todavía tiene activa una aplicación en el teléfono que advierte del peligro de un inminente bombardeo.
"Cuando en Lviv tocan la alarma de un ataque aéreo, mi teléfono también suena, entonces llamo rápidamente a mis familiares para saber si están bien y me aseguro de que bajen al sótano de la casa para estar más seguros. Nosotros estamos en un lugar seguro, pero vivimos las 24 horas preocupados por nuestras familias y nuestro país”, le dijo una mujer a Alberto López, enviado de “Misiones Salesianas”.
Con ellos también está Yarina, que tiene 16 años y se fue de Lviv con su madre el día que comenzó la invasión. “Lo mejor que podemos hacer para no pensar en la guerra es mantenernos ocupados”, explica la mamá, que busca trabajo en Polonia, mientras su hija sigue en contacto diario con su escuela en Ucrania para tratar de mantener todo lo más normal posible. De hecho, dando una gran prueba de resiliencia, Yarina señala: “Aunque bombardeen nuestras escuelas, no pueden destruir nuestra cultura y nuestras ganas de aprender”.
A favor de todos los refugiados, jóvenes y no tan jóvenes, decir que la Familia Salesiana en todo el mundo está haciendo de todo, es poco.
Hay quienes, físicamente distantes, siguen ofreciendo ayuda económica: como el Consejo Mundial de la Asociación de los Cooperadores Salesianos; la Visitaduría de Papúa Nueva Guinea - Islas Salomón (PGS), que destinó la colecta de Cuaresma para ayudar a la población ucraniana; la Inspectoría de Gran Bretaña (GBR), que por la misma causa realizó una segunda donación, redoblando la cantidad de la primera; o el compromiso de las Procuras Misioneras Salesianas, como “Missão Don Bosco” de Portugal, y “Por Los Jóvenes”, de Argentina, cada una activa con su propia campaña.
Hay quienes no se cansan de hospedar, como la Inspectoría de República Checa (CEP), que en un país que ya ha recibido a unos 213.000 refugiados -con una población de unos 10 millones- ofrece su contribución hospedando a más de 200 personas, la mitad de los cuales son niños. “Les proporcionamos alimentación, orientación social básica y los alojamos en habitaciones, ya que hasta ahora no ha sido necesario utilizar gimnasios o salones - informa el padre Vojtěch Sivek, Vicario y Delegado Inspectorial para la Pastoral Juvenil de la CEP-. También ofrecemos actividades en los oratorios, con programas específicos para niños ucranianos, y colaboramos con profesores y psicólogos de idioma ucraniano, para que logren conseguir empleo. En cuanto a las recaudaciones, las donaciones en efectivo y en especie se distribuyen a través de las ONG y de contactos personales en Ucrania, Eslovaquia o Polonia”.
Y finalmente están los que se ofrecen para realizar servicios humildes, sencillos, pero necesarios, para dar a los hospedados lo que necesitan: transportar ayuda humanitaria, cargar y descargar cajas, limpiar los pasillos y ambientes habilitados para alojarlos.
“Tratamos de mantener nuestra esperanza y preparar una asistencia a largo plazo, especialmente para aquellos que están más cerca de los salesianos: niños y jóvenes”, comentó un voluntario de la República Checa.
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