Cuando la Familia Salesiana celebró, en 2015, el 200 aniversario del nacimiento de Don Bosco, la Iglesia japonesa recordó al mismo tiempo los 150 años del descubrimiento de los "cristianos subterráneos", quienes silenciosamente sobrevivieron a 250 años de persecución. Sólo unas semanas después de la consagración de la primera iglesia católica en Nagasaki, en Oura, un misionero francés se encontró con algunas mujeres que le confiaron: "Compartimos el mismo corazón."
Una de esas comunidades subterráneas sobrevivió en el distrito costero de Nagasaki, en Sotome, un área en la que hoy están presentes y activas tres grandes comunidades de las Hermanas de la Caridad de Jesús - el grupo 11º de la Familia Salesiana - que con su cerca de 80 religiosas atienden un hospital, una farmacia, una casa de retiro, una para personas mayores y uno para hermanas mayores y enfermas. En virtud de la común raíz carismática, desde hace algunas décadas se encuentra también en Sotome un salesiano, como capellán, que durante seis años fue el P. Tadeusz Sobon.
Los salesianos están presentes también en otro suburbio de Nagasaki, Aino, durante más de 40 años, teniendo cuidado de una pequeña parroquia y el jardín de infancia. La educación de los niños no cristianos en la guardería se convierte en el mejor puente para la sociedad local. A pesar de que la misa del domingo es frecuentada regularmente por un pequeño número de los fieles, ya hay tres generaciones y cientos de antiguos alumnos católicos de la escuela, que han entrado en contacto con la Iglesia Católica, a través de los Salesianos y de las Hijas de la Caridad de Jesús.
Hoy en Nagasaki hay cerca de 60.000 católicos, 4% de la población local - el porcentaje más alto en relación a todo el territorio de Japón.
"Sin una sólida espiritualidad misionera se puede fácilmente desanimarse en Japón. Pero la fe y la paciencia aportan frutos, ¡y la sangre de los mártires es una garantía de este proceso! ", dice don Sobon.
