“Desde 2016 he comenzado una aventura, acogiendo a familias de refugiados. La Fundación Salesiana ha acogido a tres familias de refugiados, todas con niños y jóvenes a cargo, según la Misión del Servicio de SolSal.
A la luz de la Espiritualidad y la Pedagogía Salesiana, el Servicio SolSal tiene como misión acompañar y (trans)formar a los niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, riesgo o peligro y a sus familias, otorgándoles empoderamiento en la vida social.
La primera familia llegó en marzo de ese año, seguida por otras tres. La mayor dificultad fue el idioma, ellos solo hablaban árabe y yo no hablo árabe. Incluso fue un proceso divertido, comunicarse a través del traductor de "Google" y los gestos. Con los niños era más fácil, después de unas semanas de clases, ya sabían hablar portugués.
Era algo nuevo para nosotros y para ellos, como era de esperar, especialmente en la bienvenida de la primera familia. Para empezar, no habían vivido en un país sin guerra. Les aterrorizaban los aviones, tuvieron que aprender a ver los aviones como un medio de transporte de personas y mercancías, a dejar de ver los aviones como una amenaza, que de paso pueden lanzar bombas. Poder caminar por la calle y pasear, ver policías o militares en uniforme sin asustarse, porque no eran una amenaza.
Las diferencias culturales pueden parecer obstáculos, pero a veces son lo que nos une, el compartir costumbres, tradiciones y, sobre todo, la gastronomía son un motivo de coexistencia y un facilitador de integración.
No todo fue bueno, varios problemas surgieron a lo largo del proceso, muchos de estos problemas surgieron de la discrepancia entre las leyes aprobadas y la práctica efectiva.
En el momento en que las familias se integran en la sociedad portuguesa, siguen construyendo su autonomía, algunas más autónomas que otras, debido a sus características. Están acompañados por el SolSal Lisboa con el objetivo de lograr su autonomía.
Lo mejor de todo, es ver que ya pueden soñar y pensar en un futuro. Un futuro que se les ha negado brutalmente en su país de origen. Haber participado en el proceso de integración de estas familias, verlas capaces de reconstruir sus vidas, fue y sigue siendo una experiencia única e inolvidable.
Me parece importante, que debemos acoger a los que buscan un lugar seguro para vivir, de la misma manera que nos gustaría que un día nos acogieran, porque nunca sabemos lo que puede deparar el futuro. ¡Cualquiera de nosotros podría convertirse en un refugiado!
Por: Helena Domingues"
