Uruguay – Escuela de Oficios Don Bosco – Movimiento Tacurú: 50 años siendo presencia de Dios en el barrio

13 Enero 2021

(ANS – Montevideo) – La Escuela de Oficios Don Bosco cumple 50 años de presencia en el Barrio Marconi. En medio de la emergencia sanitaria, se celebró este acontecimiento de vida con una Eucaristía presidida por el Cardenal Daniel Sturla, en la que educadores y exeducadores compartieron y agradecieron la historia vivida. Para conocer más sobre esta  carismática presencia salesiana, entrevistamos a Beatriz Brites, actual Coordinadora del proyecto, quien se remonta a los orígenes de la obra, evoca cada una de sus etapas, ofrece su mirada sobre el barrio y su gente, sus avances y desafíos, a la vez que comparte la huella que esta experiencia le ha dejado, cuando se apresta a cerrar esta larga etapa de servicio para “construir nidos” en otros lugares del barrio.

Beatriz, contanos cómo surge la Escuela de Oficios Don Bosco (EODB) y en qué contexto

La escuela surgió hace 50 años a partir de un contacto con los dueños de este terreno que eran unos vecinos que decidieron irse y lo donaron a las Hijas de la Natividad de María (HNM), manifestando su deseo de que se hiciera alguna actividad que pudiera aportar al crecimiento de los adolescentes del barrio.

Entonces, algunas de las laicas consagradas del Instituto, entre ellas María del Carmen Vázquez y Flora Buján, comenzaron a darle forma a esa propuesta, intentando dar una respuesta al contexto de esa época. Ya desde el inicio se propone una escuela de oficios para algunos adolescentes, con la primaria terminada, que estaban en la vuelta y podrían tener algún interés. Se comienza con unos 30 adolescentes y 6 educadores, proponiéndoles carpintería, cocina y en aquel entonces, un área de administración con dactilografía incluida. Luego se va completando la propuesta con algunos espacios de matemática e idioma español.

Unos años más tarde, cuando el número de jóvenes empieza a crecer, aparecen otros espacios como la licitación con la IMM para producir cajones fúnebres de forma de sostener la economía de la Escuela. También surge el taller de corte y confección para poder seguir respondiendo a las necesidades de áreas de producción que fueran accesibles para ellos.

A medida que va pasando el tiempo y con el crecimiento del número de alumnos, mantener económicamente la propuesta se va haciendo cada vez más difícil para las HNM, si bien había familias como los Steberling y los Abella que fueron siempre puntales para apoyar estas presencias de la Iglesia en la zona. De hecho, el primer nombre de esta obra es “Escuela de oficios Banneux”, por su vínculo con la primaria animada por las Hijas de la Natividad de María.

Alrededor de los años 80, en un proceso de discernimiento en el Instituto, se vio la posibilidad de ofrecer esta obra a los Salesianos, que habían llegado a la zona en esos años. Se dialoga con el inspector del momento, Amilcar Visentini, que escuchó la propuesta y luego de un tiempo de búsqueda, nos propone en 1987 hacer una experiencia conjunta para ir viendo si era de Dios que la Congregación Salesiana asumiera todo lo que implicaba esta Escuela de Oficios Don Bosco.

Es así que en 1990 los Salesianos asumen la Escuela de Oficios Don Bosco como parte de su Proyecto Inspectorial, integrada al Movimiento Tacurú. El primer director nombrado fue el padre Mateo Méndez. Poco tiempo después y luego de reformular la propuesta, se ve necesario ampliar la estructura, ya que el número de adolescentes interesados seguía creciendo, por lo que con un proyecto financiado desde el exterior, adquirimos mejor infraestructura y maquinaria para poder responder a las necesidades.

El carisma salesiano y la impronta que ya tenía la escuela dada por las HNM continúan animando el proyecto educativo.

¿Cuál es la realidad de la EODB hoy? ¿A quiénes está acompañando? ¿Cuáles son sus búsquedas?

Hoy la Escuela de Oficios es un proyecto educativo muy importante en el barrio, por su trayectoria y por lo significativo para las familias de la zona. Cuenta con unos 200 adolescentes y una propuesta orientada hacia una mirada integral del crecimiento del adolescente.

En esos procesos de crecimiento la Escuela buscó lograr un mejor financiamiento a través de un convenio socioeducativo con INAU, con un formato de Centro Juvenil y unas características muy específicas. Luego, en una búsqueda posterior y preocupados por la continuidad educativa, a través de un diálogo con la Escuela Técnica de Domingo Arena, se logró la posibilidad de una articulación educativa para que los adolescentes que pasan por nuestro Proyecto -completando la formación con un año sostenido por UTU- puedan acreditar el Ciclo Básico de secundaria. Esta primera experiencia de articulación comienza en 2010 con 8 alumnos; actualmente hay 50 alumnos que anualmente acceden a esta acreditación.

¿Cuál es tu lugar dentro del equipo de educadores que animan este Proyecto?

Mi participación en la escuela tuvo dos etapas. La primera cuando empezó Mateo Méndez y fue durante tres años. Luego, desde mi condición de laica consagrada, me fui a hacer otra experiencia a Rivera y regresé en el año 2006. Desde ese momento, me reincorporé al equipo como Coordinadora General del Proyecto. Ese rol, a lo largo de estos años se fue rehaciendo y reinventando para responder a una realidad siempre cambiante. Supone tener una mirada general de lo cotidiano, siempre muy ayudada por la experiencia del equipo. Es un “lugar” que implica estar todo el tiempo en diálogo con diferentes personas y equipos. Por una parte, supone el vínculo con el Coordinador Pedagógico para mirar los aspectos educativos, por otra, el acompañamiento a los animadores en el seguimiento de las diferentes situaciones de los adolescentes. También comunico con el equipo técnico para poder derivar en ellos procesos más específicos que llevan adelante con compromiso profesional y humano.

Nos interesaría que nos compartas tu mirada sobre la realidad de este barrio que vos tanto conocés como trabajadora y como vecina.

La escuela está ubicada en una zona conocida como Barrio Marconi, pero actualmente muy unida a lo que hoy es denominado Plan Cuenca Casavalle. Es una zona significativa para quienes convivimos y para los que trabajamos en este barrio, y tiene la riqueza de funcionar desde hace años, en red con las organizaciones de la zona. Esto genera enriquecimiento mutuo. La participación en esta red hace que la Escuela sea mirada como un rico aporte para construir el cuidado en el ambiente y en la convivencia. Hay mucho por hacer, pero hemos crecido en el sentido de pertenencia y cuidado del barrio por parte los vecinos. Una muestra es la plaza Marconi y el anfiteatro que han sido fruto de un trabajo colectivo de organizaciones y referentes barriales. Hay muchas familias buenas y muy luchadoras que están buscando lo mejor para sus hijos. Ojalá puedan acceder a un trabajo digno que, sin duda, es lo que necesitan para que el barrio siga creciendo.

Por último, celebrar estos 50 años de la Escuela, también tiene para vos un sentido particular, porque estás cerrando una etapa de tu vida laboral. Nos gustaría que nos compartieras tu experiencia.

Como laica consagrada ha sido una experiencia enriquecedora en la que miraba lo que Dios me iba diciendo en relación con la realidad de los más pobres. Esto es central en la propuesta de mi fundador, Baltasar Pardal Vidal, con una espiritualidad que tiene un núcleo importante en lo que él llama la “infancia espiritual”, que es aquella mirada a lo pequeño, a lo sencillo, a lo cotidiano. Por eso, mi tarea de coordinación ha sido esto, mirar el día a día, las realidades, los gestos, las miradas de los chiquilines, a las familias y la atención en lo pequeño, en aquello que puede ser insignificante, pero que  para Dios seguramente es lo más valioso.

Creo que este aporte, desde mi espiritualidad, ha sido un rico complemento con la propuesta de la espiritualidad salesiana que también tiene una mirada sobre los más pobres, desde un vínculo familiar, desde el sentido de hogar.

Al inicio de este año comienzo a sentir que Dios me pide que cierre este ciclo de mi vida para seguir presente en el barrio a través de nuevas formas, de un discernimiento que aún estoy haciendo.

Quiero simbolizar este tiempo de dejar la Escuela de Oficios Don Bosco, con el nido de un ave: el hornero, que llegado el momento va construyendo nidos en otros lugares. Admiro al hornero, porque de alguna manera cuida y protege su nido, con trabajo, con alegría y sacrificio, y de igual manera he querido cuidar y proteger a la EODB. Para mí, hoy, jubilarme es seguir construyendo nidos en otros lugares, cuidando y protegiendo el Reino de Dios. Lo veo también como un momento de posibilidad y crecimiento.

Me voy con una rica experiencia de muchos años donde no han faltado las dificultades, el dolor, pero también con alegrías, esperanzas, logros y procesos de nuestros adolescentes.

Me voy muy agradecida a cada adolescente y su familia, me olvidaré de sus nombres, pero no de sus caras. Agradecida también a mi Instituto. las Hijas de la Natividad de María: aquí comenzó mi proyecto de vida, mi vocación como laica consagrada, nació mi amor y entrega a los más pobres porque con ellos me enriquecí y cobró sentido sentido mi existencia. Estoy agradecida a todos los educadores que han pasado por nuestro proyecto, a los directores del Movimiento Tacurú de estos años y a cada SDB con quienes hemos compartido la tarea de la animación en la EODB, con aciertos y también errores. Así, me llevo riquezas y vivencias.

Fuente: Salesianos Uruguay

InfoANS

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