R.D. Congo – “Al cielo no nos llevamos nada, solo el vacío de quien hemos amado”: Padre Mario Pérez, misionero

04 Marzo 2020

(ANS – Mbuji-Mayi) – Al P. Mario Pérez, desde pequeño le preocupaban las personas excluidas, los niños y niñas huérfanos, las personas que sufrían injusticias. En su adolescencia en Venezuela el movimiento marxista le sedujo porque parecía dar soluciones, pero cuando acabó la secundaria decidió ir al Seminario. Allí conoció a Don Bosco y su trabajo por los niños, niñas y jóvenes más desfavorecidos. Desde entonces, esa ha sido su vida: proteger y educar a los más pequeños.

¿Cuáles fueron tus primeras experiencias?

He dedicado todo el tiempo posible a los niños y niñas en dificultad: en las cárceles, en la calle, en barriadas marginales... Durante mis estudios participé en la fundación de la casa Don Bosco para los niños de la calle en Los Teques, Venezuela.

¿Por qué decidiste ser misionero?

Lo llevo en el corazón y lo siento como justicia. Además de estar en África, he estado en Haití tras el terremoto de 2010 para ayudar en los campos de refugiados y reconstruir las actividades en favor de los niños de la calle. Hoy me siento en familia entre mis hermanos y hermanas de Mbuji Mayi.

¿Cuáles han sido los encuentros que más satisfacciones te han dado en tu vida?

Son innumerables. Cada uno tiene un nombre y casi todos empiezan por acoger o ir en búsqueda de un niño o niña o un joven en riesgo. Es hermoso encontrar a cada uno y verlo en poco tiempo curar sus heridas y recuperar la alegría de vivir, de sentirse protegido y emprender a reconstruir su vida. Y es el colmo de la emoción cuando el niño o lo niña encuentra su familia y es aceptado. Es una experiencia que siempre he vivido entre lágrimas y alegría.

¿Cómo es tu vida en Mbuji Mayi?

Mbuji Mayi es la capital del Kasai Oriental, la región es conocida en el mundo por sus diamantes, pero en el Congo es la región conocida por la violación de los derechos de los niños. El 70% de los niños de la calle de las principales ciudades como Lubumbashi y Kinshasa son originarios de esta región y muchos han tenido que huir de acusaciones de brujería, de malos tratos o de traficantes.

Aquí la mayoría de los niños son acusados de brujos y con tal excusa son abandonados en los mejores de los casos y son muchos otros los que sufren violencias físicas e incluso la muerte. Muchos niños son objeto de todo tipo de tráfico y explotación que va desde explotación sexual, trabajos forzados, sobre todo en las minas de diamante, donde se habla de más de 15.000 menores explotados y entre ellos 20% de niñas de edad media de 10 a 12 años. También existe el comercio de órganos que son vendidos en el exterior. Los niños llegan incluso en la noche. Los niños llegan a nuestra casa solos o acompañados por otro niño que ya ha estado aquí o por algún adulto que conoce la obra y muchos otros por los servicios sociales o el tribunal de menores o la policía. Además, hacemos actividades en la calle y en la cárcel de menores.

¿Qué les ofreces a estos niños Don Bosco?

El resto de los niños y jóvenes que viene a nuestras escuelas y actividades del oratorio y de la parroquia provienen de familias pobres que no tienen medios para garantizar una comida diaria y menos para pagar los gastos de la escuela ni los gastos médicos. Como salesianos creemos en la importancia de la educación y la cultura como promoción humana y vía para conocer a Jesús. El Estado no paga los profesores y para poder hacer funcionar la escuela y las demás actividades hay que trabajar mucho, por eso, el tiempo junto a mis hermanos y voluntarios lo vivo ocupándome de cómo hacer funcionar toda la obra y la comunidad: tenemos una escuela primaria, un centro de alfabetización, un centro profesional con varias modalidades de formación (de 9 meses y de 3 años), un instituto técnico, una parroquia, un oratorio y la casa escuela de los niños en riesgo y asistencia en la cárcel y presencia en la calle y mercados donde están los niños y jóvenes abandonados.

¿Cómo son los jóvenes?

Los jóvenes que frecuentan nuestra obra son maravillosos, abiertos y francos. Dicen las cosas como las sienten. Sensibles y emprendedores. La mayoría de las actividades las organizan y llevan a cabo ellos mismos. Pero la juventud aquí tiene grandes desafíos que superar: el peso de las tradiciones limita la libertad, el interés por el dinero fácil, la mentalidad creada por la explotación y el comercio de diamantes… y otro gran desafío es la solidaridad y el empeño por la justicia y la capacidad de crear otras fuentes de trabajo.

¿Se siente en casa?

Sí, me siento en familia. Los niños me llaman por mi nombre, otros me dicen padre y muchos me llaman: papá Muchos menores se sienten más apegados a mí o a los que los cuidan que a su propia familia.

¿Nunca tiene miedo?

¡Claro! Pero soy consciente de que la misión que Jesús nos pone en riesgo cada día, especialmente lo que hacemos para salvar los niños víctimas de tráfico y los niños acusados de brujos. Por eso no puedo dejarme inspirar por el miedo ni dudar que en la lucha por los derechos de los más débiles hay que arriesgar a perder la vida de uno mimo.

¿Cuáles son tus sueños?

Sueño con poder crear pequeñas escuelas-familias, donde especialmente las mamás puedan también educarse y ser apoyadas para mejorar su economía, su independencia, su dignidad y dar una mejor vida y cuidados a sus hijos. Eso podría contribuir a disminuir que muchos niños y niñas sean abandonados y que la cultura cambie. La mujer y los niños puedan contribuir positivamente en el desarrollo de sus comunidades. Pienso que si cada uno pensáramos que el mundo que tenemos hay que dejarlo más bello y bueno que el que encontramos cuando venimos, tendríamos un mundo mejor y bueno para todos. Al cielo no nos llevamos nada, solo el vacío de quien hemos amado.

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