RMG – Santidad compartida: Zatti y Troncatti, dos rostros del carisma salesiano
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14 Noviembre 2025

(ANS – Roma) – ¿Qué tienen en común un enfermero salesiano de Boretto y una misionera Hija de María Auxiliadora (HMA) de Corteno Golgi? ¿Qué une a un coadjutor que atravesaba la Patagonia en bicicleta con el rosario en la mano y a una religiosa que cabalgaba por la selva ecuatoriana con el maletín médico y la corona entre los dedos? La respuesta no se encuentra simplemente en una coincidencia biográfica, sino en lo que la hermana Francesca Caggiano, Hija de María Auxiliadora, quien acompaña unas Causas de los Santos del Instituto, define con feliz intuición como “las bromas del Espíritu”.

La religiosa fue invitada a trazar un paralelismo entre estos dos recientes y grandes santos salesianos, con ocasión de la cuarta conmemoración litúrgica de san Artémides Zatti, el 13 de noviembre de 2025.

A continuación, su intervención.

El tema que me ha sido confiado es poner en paralelo a estos dos gigantes de la santidad salesiana – Zatti y Troncatti – canonizados respectivamente el 9 de octubre de 2022 y el 19 de octubre de 2025. En mi estudio he identificado más de treinta elementos en común entre sus vidas, características, acontecimientos y decisiones que Dios, en su amorosa fantasía, quiso entrelazar. Por razones de tiempo, subrayo solo algunos.

Son primogénitos:

Zatti es el primer santo salesiano no mártir canonizado; Troncatti es la primera santa HMA después de la cofundadora.

Orígenes y vocación

Zatti era italiano, nacido en Boretto (Reggio Emilia) en la década de 1880. Llevaba como segundo nombre María, trabajó en el campo desde joven y vivió el dolor de la emigración, trasladándose con su familia a Argentina. Como salesiano coadjutor realizó plenamente el sueño de Don Bosco: trabajar entre los más pobres y los enfermos, especialmente entre los indígenas.

Troncatti, también italiana, nació en Corteno Golgi (Brescia) en la misma década. Llevaba como primer nombre María y provenía igualmente de una familia campesina. En 1905 vivió una dolorosa separación de sus padres: su padre, abrumado por el dolor, se desmayó cuando ella dejó la casa para entrar en Nizza Monferrato. En 1922, antes de partir como misionera, volvió a casa para pedir permiso. Sus padres le dijeron: “Imagina que tienes delante dos ataúdes”. La hermana María no quiso volver nunca más a Italia: tal fue la profundidad del desprendimiento de su tierra, de su familia, de su lengua y de su cultura. Decía: “Cuando uno se entrega una vez, se entrega para siempre”.

La enfermedad como camino de Dios

Ambos fueron marcados por la enfermedad al inicio de su vida salesiana. A principios del siglo XX, Zatti, aspirante salesiano, contrajo tuberculosis mientras asistía a un hermano gravemente enfermo. Para recuperarse, fue enviado en 1902 a Junín de los Andes, donde en aquellos años vivía en el colegio de las HMA la beata Laura Vicuña. Su deseo de ser sacerdote quedó truncado por la enfermedad, pero él acogió ese hecho como un signo de la Providencia y decidió convertirse en coadjutor salesiano.

La hermana María Troncatti, durante el postulantado y el noviciado, tuvo una salud muy frágil. La difícil adaptación a la vida comunitaria y a la disciplina de Nizza Monferrato la debilitó, pero la oración al Corazón de Jesús y a Don Bosco le devolvió la serenidad. Una infección en un dedo –que parecía requerir amputación– llevó a las superioras a hacerle emitir la primera profesión sub conditione en 1908. Al año siguiente, afectada por el tifus en Rosignano Monferrato, estuvo a punto de morir. Trasladada a Nizza, encontró a Don Rúa, quien oró con ella a María Auxiliadora y a Don Bosco: la joven sanó milagrosamente y pudo continuar su camino vocacional.

Dos promesas a la Auxiliadora

Ambos hicieron una promesa a María Auxiliadora en un momento decisivo. Cuando el padre Garrone vio que Zatti empeoraba por la enfermedad, lo invitó a confiar en la Virgen. Zatti prometió que, si sanaba, dedicaría toda su vida a los enfermos. Fue escuchado. Este episodio se resume en las célebres palabras: “Creí, prometí, sané.”

La hermana María, en cambio, se encontraba en Varazze durante el terrible aluvión del 25 de junio de 1915. El agua destruyó el muro del instituto y arrasó las habitaciones donde estaban ella y la hermana Chiara. En peligro de muerte, hizo una promesa a la Virgen Auxiliadora: “Si me salvas, y salvas a mi hermano Giacomino que está en el frente, te prometo que iré de misionera”. Tras salvarse milagrosamente, el 4 de noviembre presentó la solicitud para partir en misión entre los enfermos de lepra.

Enfermeros por vocación

Ambos se dedicaron profesionalmente al cuidado de los enfermos.
 Zatti, al no poder ser sacerdote, cumplió su promesa a la Virgen estudiando para enfermero y obtuvo en 1905 el título de farmacéutico. La hermana María, en 1915, fue enviada por obediencia a realizar un curso de enfermera en previsión de la Primera Guerra Mundial. Aprendió el arte paciente del cuidado y comprendió por experiencia que, más que las heridas del cuerpo, lo que más hace sufrir es la herida del corazón.

Signos de la voluntad de Dios

Para ambos, la enfermedad y el sufrimiento se convirtieron en revelación de la voluntad de Dios. Para Zatti, la tuberculosis lo orientó hacia el camino de coadjutor; para la hermana María, la voz de Dios llegó a través de una joven enferma que, en 1922, le predijo la misión en Ecuador. Pocos días después, la Madre General, madre Caterina Daghero, le comunicó oficialmente su destino.

Mismo espíritu, mismo corazón

Ambos fueron llamados con nombres que expresan familiaridad y afecto: Zatti era “el pariente de todos los pobres”, Troncatti “la madrecita buena”.

Ambos fundaron hospitales y formaron enfermeros: Zatti para asegurar personal estable dentro del hospital; Troncatti para enviar jóvenes formadas a los poblados de la selva. Ambos hacían visitas domiciliarias: Zatti en bicicleta con el rosario, Troncatti con el maletín médico y el rosario, a pie o a caballo. Ambos tenían una predilección especial por los enfermos más abandonados.

Los milagros y el signo del “Da mihi animas”

Incluso en los milagros reconocidos para la canonización se encuentran similitudes: ambos se refieren a curaciones del cerebro –un ictus cerebeloso para Zatti y un traumatismo craneal grave para Troncatti– y en ambos casos los beneficiados eran personas pobres.

Ambos encarnaron la recomendación de Don Bosco a los misioneros en partida:

“Cuíden especialmente a los enfermos, a los niños, a los ancianos y a los pobres, y ganarán la bendición de Dios y la benevolencia de los hombres”.

Conclusión

El Señor, podríamos decir, se divirtió entrelazando sus vidas en una sorprendente armonía de gracia. Zatti y Troncatti parecen realmente dos gemelos espirituales: distintos por historia, pero unidos por el mismo Espíritu; semejantes en los sentimientos que hubo en Cristo Jesús (cf. Fil 2,5), movidos por la ansia apostólica del Da mihi animas.

Hermana Francesca Caggiano, HMA

InfoANS

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