Burkina Faso - Amó hasta el final: Padre Antonio César Fernández, SDB
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25 Febrero 2019

(ANS - Uagadugú) - Es un caluroso día, del 15 de febrero de 2019, en Nohao, provincia de Boulgou, en Burkina Faso. Llegan al puesto de aduana, proviniendo de Lomé, Togo, tres salesianos, que se dirigen a la misión de Uagadugú. También llegan al lugar un grupo de guerrilleros armados que asesinan a cinco funcionarios del Gobierno. Los agresores, revisan el auto de los salesianos. Hay un religioso, ya mayor; lo colocan aparte, mientras los terroristas conversan entre ellos en voz baja. Conducen al benemérito sacerdote al bosque. Se escuchan tres disparos. Vuelven solo los guerrilleros; y hacen en un ruido ensordecedor con sus motociclos, dejando detrás de ellos una nube de polvareda.

Por: P. Martin Lazarte, SDB

Y sobre la tierra de Burkina Faso yace el cuerpo del Salesiano Antonio César Fernández. Es un viernes y es la hora nona (15 horas). Es su Viernes Santo. Como el Salvador, en lugar de 3 clavos, fueron 3 disparos; no en las manos y en los pies, sino 2 al estómago y uno a la cabeza. Como Cristo, el Calvario fue el culmen de su itinerario, de su sí al Padre y de su entrega por la humanidad. El P. César encontró el fin de su peregrinación en tierras africanas, luego de 72 años de vida, 55 de salesiano de Don Bosco, 46 de sacerdote y 37 de misionero. Es el fin de un caminar en el amor al Señor y a los jóvenes africanos. Don Bosco decía que cuando un salesiano muere trabajando, es un día de gloria para la Congregación; cuanto más, si sucumbe entregando de su vida en el martirio.

El mes de febrero (25) la Iglesia celebra los santos protomártires salesianos: Versiglia y Caravario, que amando a su pueblo de adopción, entregaron sus vidas; fueron también llevados a un bosque y allí fueron fusilados. El Padre César es el sacerdote protomártir de 2019. El pasado 2018 la violencia segó la vida de otros 39 sacerdotes de la Iglesia. Perteneció al primer grupo de salesianos que fundaron la floreciente presencia de Don Bosco en Togo. Quería ser el primero; pero con los ojos de Jesús: primero en servir, primero en dar el primer paso, primero en ser el último. “El que quiera ser el primero se haga siervo de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. (Mc 10,44-45).

Lloran la muerte del Padre César sus familiares y sus paisanos de Pozoblanco en España; lloran sus hermanos salesianos que sienten haber perdido un querido hermano de referencia en la inspectoría que inculturó el carisma de Don Bosco, siendo maestro de novicios por 10 años. Lo llora el pueblo y los jóvenes de Burkina, Togo, Benín, Senegal, Mali, Guinea, Costa de Marfil y de demás lugares, por donde pasó haciendo el bien.

En una entrevista conmovedora al P. Faustino refería del Padre Antonio: “Ha sido el punto final de una vida dada por amor y con amor… Ha dado tanto fruto en vida que seguirá haciéndolo después de su muerte”. Estas palabras nos recuerdan las palabras de Jesús: Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24).

Su testimonio será un Evangelio proclamado permanentemente. Su alegre vida salesiana será una llamada a los jóvenes a vivir una vida plena y feliz amando con todo el corazón.

Es impactante el testimonio de consagrado que nos deja en un pequeño video que circula en la red. Palabras espontáneas, simples y profundas que resumen toda una vida de entrega.

“Tengo 50 años de salesiano, profeso perpetuo. Lo que puedo deciros es que vivir la vida salesiana, la vocación salesiana, es una gracia del Señor, una serie de gracias encadenadas. Lo único que puedo decir es que he recibido muchos beneficios del Señor, justamente en contacto con los jóvenes. Son los jóvenes en los diferentes lugares donde he estado los que me han ido enseñando a ser salesiano y a ser lo que ahora mismo soy. Es una acción de gracias porque yo no merezco esa vocación, una vocación que me sobrepasa. Entonces, muchas gracias al Señor. Aliento a quien siente esta vocación a que verdaderamente la cumpla. Si bien no es fácil, es una alegría poder servir a la Congregación y a los jóvenes. Muchas gracias.”

Desde el cielo continuará dando gracias por su vocación salesiana, por los beneficios que el Señor le concedió en las misiones, por la gracia de vivir con y para los jóvenes,… y ahora estará cantando: “Gracias por haberme regalado la palma del martirio”. “¡Gracias!”

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