Escuchar viene del latín auscultación y significa escuchar atentamente, es decir, no solo se refiere al proceso de descodificación de algunas palabras, sino que va más allá. Para escuchar es necesario estar en silencio y escuchar lo que el otro tiene que decir. Escuchar requiere dejar el propio mundo para sumergirse en el mundo del otro.
Según el Papa Francisco: “Escuchar es mucho más que oír. EL oír se refiere a la esfera de la información; la escucha, en cambio, se refiere a la esfera de la comunicación y requiere cercanía. Escuchar nos permite asumir una actitud justa, dejando la condición de espectadores”.
Sin escuchar no hay diálogo, solo hay ruido. En un mundo en el que no hay diálogo, la violencia crece porque la opinión diferente se convierte en un peligro para mí. Una sociedad violenta es una sociedad sorda, incapaz de oír el dolor del otro, incapaz de ver la realidad. ¡Es una sociedad enferma!
Jesús, nuestro modelo de comunicación, a menudo comenzaba un diálogo preguntando: “¿Qué quieres de mí?”, “¿Quién dices que soy?”, “¿Me amas?” En otras ocasiones, simplemente dejaba que la gente se acercara a él y le preguntara sobre algo. Jesús, aun sabiendo muchas cosas, o quizás sabiendo todo lo que quería oír, escuchó, dejó que la palabra del otro sonara en su corazón. Jesús no teme escuchar y por eso se las arregla para dar la palabra correcta en el momento adecuado.
Si no podemos escuchar lo que el otro tiene que decir, ¿Seremos capaces de escuchar los signos de los tiempos?
Dios habla a través de los hombres y mujeres de hoy, habla a través de los hechos, las situaciones diarias, habla también en el silencio del propio corazón. Para escuchar a Dios es necesario despojarse de todas las pretensiones y deseos particulares, para escuchar al gran Otro. Si no somos capaces de escuchar, tampoco somos capaces de hablar, de comunicar lo que viene de Dios. Corremos el riesgo de convertirnos, como dice el Papa Benedicto XVI, en cristianos mudos que no tienen nada que decir sobre el mundo que les rodea.
El mundo necesita escuchar y solo escuchando podremos decir palabras correctas y asertivas, sin violencia y sin imposición.
Sor Márcia Koffermann, FMA
Fuente: Boletim Salesiano - Brasil
