Haití, es uno de los países más pobres del continente americano, aborda la emergencia sanitaria del coronavirus con muy pocos recursos. Haití vive, de hecho, una emergencia sanitaria “permanente”, ya que no existe, de hecho, un sistema nacional de salud. Los verdaderos centros de salud son las clínicas de las ONG y de la Iglesia.
Desde el 19 de marzo el Presidente ha declarado el estado de emergencia sanitaria en todo el país, emitiendo las clásicas medidas preventivas para la epidemia de COVID-19, con el cierre de escuelas e Iglesias, la prohibición de reuniones, la restricción de los viajes, el fomento de las prácticas de higiene y salud pública. Pero la mayoría de la población no puede permitirse tales medidas: “No hay agua limpia en ningún sitio para lavarse las manos como es debido, no hay electricidad en las casas y ni siquiera hay hospitales. Mucha gente vive en la calle, por lo que es muy difícil permanecer encerrado en algún lugar”, informó un misionero redentorista a la Agencia Fides.
En la Fundación Rinaldi, tan pronto como se recibió la noticia de la llegada del virus, se convocó una reunión de emergencia con el personal, manteniendo a todos los participantes bien separados y tomando medidas extraordinarias para la gestión del personal. La Fundación también se puso en contacto con todas las comunidades para motivarlas y concientizarlas sobre cómo hacer frente a la situación, con sugerencias operativas, indicaciones para la colocación de puntos de agua en las obras, buenas prácticas para la vida comunitaria.
Al mismo tiempo se lanzó una campaña de sensibilización a través de la página de Facebook de la Fundación con mensajes sencillos, con imágenes explicativas y texto en criollo, el idioma que todo haitiano habla y entiende muy bien.
Se colocaron cubos de agua con cloro en todas las comunidades salesianas para que los pocos visitantes puedan lavarse las manos adecuadamente. En algunos lugares también se colocó un contenedor en la entrada principal de las comunidades para facilitar a los transeúntes la tarea de lavarse las manos, con mensajes que invitan a protegerse del coronavirus.
“A nuestro alrededor vemos gente que ya vivía en pobreza extrema, con una gran mayoría de gente que necesita salir todos los días para ganarse el pan de cada día. Ahora, pedirle a esta mayoría que se quede en casa para evitar la propagación del virus los expondrá a otro desafío, el de encontrar comida. Algunos empiezan a pensar que algunas personas podrían morir no por el coronavirus, sino por hambre. Por eso estamos considerando si será posible encontrar los medios para distribuir no solo kits de salud (máscaras, guantes, jabones, desinfectantes, cloro, alcohol...), sino también kits de comida (arroz, judías, espaguetis, aceite, leche...)”, concluyen desde la Fundación Rinaldi.
