Los menores que viven en la Casa Don Bosco de Calca tenían unas condiciones de vida precarias. Vivían en casas sin servicios básicos y del trabajo del campo, así que sus ingresos dependían de las cosechas. Los misioneros salesianos también atienden a madres viudas que tienen a muchos hijos bajo su responsabilidad y padres que emigraron a la ciudad para buscar trabajo.
El coronavirus ha empeorado las situaciones de la población, ya que ahora muchos padres tienen que dejar a sus hijos solos para buscar el sustento a las minas situadas en otras ciudades. Son conscientes de que sus vidas están en peligro, pero también de que es la única solución para ganar algo de dinero y poder comer. Estos menores, por su parte, no tienen la educación como una de sus prioridades. Podrían intentar terminar la Secundaria, pero lo ven muy lejano porque no reciben ayuda ni apoyo de la familia: trabajar el campo es la prioridad.
Cada joven que vive en la Casa Don Bosco de Calca recibe esa oportunidad de educarse, de prepararse para enfrentarse al mundo con herramientas y conseguir sueños. Tienen historias durísimas, pero la pandemia no podrá con sus sueños de seguir estudiando. Cuentan con una sala de estudios amplia y con el mobiliario necesario. Tienen sus útiles escolares y un ordenador con internet para que puedan estar en comunicación constante con sus docentes.
“Hacemos posible que el abismo que hay con otros chicos de su edad que lo tienen todo se acorte”
La Casa Don Bosco de Calca educa de manera fiel al carisma salesiano, que es siempre actual y poniendo en el centro a los menores. Se les asignan tareas para que asuman responsabilidades, como la limpieza y la lavandería y otras como el cuidado del pequeño gallinero y un terreno cultivable, que sirve para cosechar cebada.
El carácter voluntarioso de estos jóvenes del campo hace que sean luchadores y constantes, también en el estudio. En estos tiempos de pandemia tienen un horario recargado para recuperar el nivel respecto a otros chicos de su edad. Desde el mes de marzo no salen de la casa para evitar los contagios porque así también “cumplimos el compromiso que nos dieron sus padres de protegerlos, cuidarlos y educarlos”, explican los misioneros salesianos.
Como buen centro salesiano, el patio es fundamental para las actividades deportivas. “Ahí son muy exigentes, no hay premios ni copas, pero los equipos siempre son equilibrados y cualquier gol resuena como si diera un título mundial”.
La pandemia no podrá ni con el trabajo de los misioneros salesianos en Calca ni con los sueños de estos chicos, porque “son hijos de Don Bosco y él fue un gran soñador”, finaliza Franz Reynaldo Quispe Pacheco, educador en la casa.
Fuente: Misiones Salesianas