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Hong Kong – Dios está verdaderamente presente en cada cultura

23 Noviembre 2020

(ANS – Hong Kong) – El padre Nicolas Chibueze, joven salesiano nigeriano, desde el 2016 está al servicio de los muchachos y muchachas necesitados de Hong Kong. Su experiencia personal, como cristiano, hijo espiritual de Don Bosco y misionero, lo lleva a afirmar sin medios términos: “Dios está verdaderamente presente en cada cultura”.

Crecí en una familia cristiana y en un entorno religioso y político mixto, que repercutía en el porvenir de los jóvenes. Me involucré en las actividades religiosas de la Iglesia y mis compromisos en la escuela secundaria comenzaban a revelar el llamado misionero dentro de mí. Mientras discernía con la ayuda de mi director espiritual, se hacía más claro que el Señor me estaba llamando desde mi corazón y desde lejos. A partir de ese momento, cualquier deseo que aparecía en mi corazón lo interpretaba según el celo por la misión. Como misionero salesiano en Hong Kong, tengo que afrontar una cultura diferente a la mía. El dolor de comunicarme en chino amenaza mi sentido del humor. La estructura jerárquica de la sociedad que se basa en las relaciones humanas y el ejercicio de la autoridad es otro desafío al que me enfrento. Esto significa que existe el peligro de medir la dignidad humana sobre la base del estatus social y la pertenencia racial. Las vocaciones jóvenes de este tipo de antecedentes adolecen de una fragilidad vocacional, ya que a veces es difícil transformar estas realidades culturales en un estilo de vida religioso.

Llegando a la situación actual, hay aún más tensiones sociales y nuestras comunidades religiosas les responden con oración y discernimiento, pero con mucha cautela para no involucrarse en políticas partidistas. Frente a esta realidad, mi vida religiosa, especialmente el aspecto comunitario, se ve sometida a una dura prueba.

Recientemente, nos ha afectado la epidemia de Covid-19 que amenaza la vida humana y que ha puesto fin a muchas actividades religiosas y sociales. Todos se mueven con miedo, con miedo a lo desconocido. Estos desafíos están reescribiendo la historia de mi vida misionera y están afectando la forma de vivir en comunidad. Los jóvenes no quedan fuera de esto. Se sienten limitados a vivir su exuberancia juvenil de una manera alegre. Y mirando todo esto, me pregunto si el dedo de Dios escribe así. A pesar de todo esto, miro hacia atrás y aún encuentro alguna razón para estar feliz. He aprendido a apreciar la pluralidad de la vida que forma un espléndido mosaico de la imagen de Dios y cómo Él se manifiesta en cada historia, en cada evento. Dios está verdaderamente presente en todas las culturas. Dios está presente en los jóvenes, por pequeña que sea su voz. Yo mismo lo sentí en la vida de los jóvenes con los que compartí mi vida en este lugar. Ésta es mi alegría más profunda. Esta alegría que encuentro entre los jóvenes es para mí una fortaleza en todos los desafíos. Ofrezco estos desafíos y alegrías a Dios en la oración y los comparto con la comunidad. Siento que por una parte el Señor me muestra su voluntad en la oración, pero en el diálogo con la comunidad, confirma su voluntad a través de los hermanos.

Una palabra más: los hermanos que están discerniendo la vocación misionera ya están escuchando la voz de la llamada de Jesús. Son felices porque lo hacen abiertamente y sin miedo. Tendrán dificultades en su camino, pero encontrarán fuerza en el único misionero de Dios, Jesucristo, en quien compartimos una única misión para la salvación de los jóvenes.

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