Italia – Gracias, Padre Botta!

05 Octubre 2021

(ANS – Roma) – Otro salesiano ha llegado el presente año 2021 al jardín del Cielo: es el padre Angelo Botta, sacerdote y misionero salesiano, Inspector emérito en Ecuador y secretario de tres Rectores Mayores, quien falleció el Roma este lunes 4 de octubre. Sus exequias serán mañana miércoles 6 de octubre a las 11:00 (UTC+2) en la “Basílica del Sacro Cuore” en Roma.

El padre Ángel Botta nació en la ciudad italiana de Bérgamo el 9 de octubre de 1924. El 15 de septiembre de 1935 ingresó al aspirantado de Bagnolo-Piemonte (Cúneo), donde cursó sus estudios secundarios. A los 14 años pidió ser enviado a las misiones siendo destinado a Ecuador. Como algo excepcional, antes de terminar su año de noviciado, llegó a ese país en agosto de 1939 para continuar su año canónico de noviciado, en Yanuncay. Ahí hizo su primera profesión el 21 de noviembre de 1940, en cambio la profesión perpetua fue el 21 de noviembre de 1946 en Guayaquil y el 7 de julio 1951, recibió la ordenación sacerdotal en la ciudad de Quito.

Los superiores lo destinaron al Colegio Cristóbal Colón de Guayaquil, lugar donde había transcurrido sus años de tirocinio. Allí pasó hasta 1966 quince inolvidables años, entre la asistencia asidua a los alumnos, las horas de clase y la formación religiosa de los jóvenes. Con mucha razón se ganó el aprecio, el cariño y la gratitud de alumnos y padres de familia.

El 14 de marzo de 1966 le solicitaron ponerse al frente del Instituto Superior Salesiano de Quito, donde permaneció poco más de un año, puesto que el 24 de agosto de 1967 es nombrado Inspector de la nueva Inspectoría de Cuenca, como sucesor del padre Aurelio Pischedda.

El padre Botta llegó a la Inspectoría de Cuenca con todo su bagaje de una buena preparación intelectual, dotes de inteligente organizador, de un obrero del Señor, según el espíritu de Don Bosco, siendo un sacerdote lleno de celo, como bien lo había demostrado en los diversos cargos que había ejercido, tanto en el Cristóbal Colón como en el Instituto Superior de Quito. Llegaba así a una Inspectoría creada hacía poco y llena de vida y de esperanzas. Fueron años de fecunda labor. Con solicitud paterna visitó todos los centros misioneros tratando de llevar una palabra de aliento a cada uno de los hermanos, cuidando de la disciplina religiosa y apoyando la labor pastoral del obispo. Testigos de esta solicitud son las «Notas de viaje» que escribió para el Boletín Salesiano y las numerosas circulares que llevaban orientación y guía a las comunidades de la Inspectoría.

Su preocupación por las vocaciones y su adecuada formación se plasmó en el nuevo aspirantado construido en el Yanuncay. Otra de sus líneas maestras de gobierno fue la cualificación del personal, siguiendo las indicaciones que le había dado el Rector Mayor.

Al terminar su período de Inspector, en 1973, se unificaron las Inspectorías de Quito y Cuenca. Durante los años 1974 a 1976 vuelve nuevamente al Colegio Cristóbal Colón, como Director. Su salud ya no era buena: debió someterse a una delicada operación del hígado. En febrero de 1976 partió para Roma como secretario del padre José V. Henríquez donde permaneció un año ayudando en los trabajos de secretaría del Capítulo General XXI.

Al terminar dicho Capítulo General, el nuevo Rector Mayor, Don Egidio Viganó, le pidió al Inspector del Ecuador, padre Carlos Valverde, “el gran regalo” de cederle al padre Ángel Botta como su secretario particular.

Posteriormente ocupó hasta el 2008 este cargo con los Rectores Mayores, Juan Edmundo Vecchi y Pascual Chávez Villanueva.

A partir de 2013, por motivos de salud, fue acogido en la comunidad de la enfermería de la Universidad Pontificia Salesiana (UPS) en Roma.

Entre tantas cosas dignas de mención de este gran salesiano hay que recordar su relación personal con la Beata María Troncatti, FMA, cuyo funeral celebró tras el lamentable accidente de avión que le costó la vida a la religiosa; y el reconocimiento que le otorgó en 1999 la República de Ecuador, por su servicio al país, concediéndole el título de Comendador.

Don Angelo, en cada situación de la vida y misión educativa sacerdotal salesiana, ha sido testigo de una entrega total y convencida: en la disponibilidad a la obediencia y ante cada una de las diversas obediencias, muchas veces en primer plano, pero con humildad, sin querer sobresalir.

De su vida como salesiano, enteramente dedicada a los jóvenes, pasó a estar las 24 horas en los pocos metros cuadrados de una oficina; siempre con el horizonte mundial de la Congregación, no como un escape, sino como un compromiso responsable, en constante conexión y sinergia con la fuente espiritual. Fue un  discípulo de vida e historia, culturalmente abierto e informado, convencido, imprescindible y atractivo comunicador de la Palabra. En pocas palabras: un servidor bueno, fiel y emprendedor.

InfoANS

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