A él se le encomendó la homilía, articulada sobre la polaridad amor-desamor. “El amor es la fuerza transformadora más poderosa del interior”, recordó, “y a través de las personas esta fuerza también es capaz de intervenir en la realidad exterior: genera un cambio que dura para siempre. ¡Qué agradecidos debemos estar hacia todos aquellos que, como Francisco de Sales y Don Bosco, nos ayudaron a descubrir y vivir el Amor de los amores!”.
Es un Amor que se deja descubrir: “Él es quien hizo la maravilla de la Creación; el que ha descendido a nuestra más humilde y oscura realidad; el que hizo de cada ser humano su hogar. Y no contento con 'dar tanto bien', quiso 'darse', vaciándose, para que todos podamos habitar el espacio de sí, que Él nos ha abierto y desde el cual podemos entrar en nuestro particular diálogo de Amor con él, de amistad con él”.
Los participantes de las Jornadas, tanto los presentes en Valdocco (150) como los conectados vía web (10.000) son ellos mismos testigos y protagonistas directos de un amor que cambia vidas y relaciones. Lo que sucedió en el punto álgido de la pandemia de Covid-19 fue un ejemplo dramático pero también consolador de esto. Desde la India contaron -en la tarde de la asamblea de intercambio de experiencias- la vivida por el Movimiento Juvenil Salesiano de Mumbai, que se movilizó al llamado del P. León Cruz. Pudieron construir, con su espíritu y sus habilidades de comunicación, un grupo de trabajo para ayudar a las personas afectadas por el virus, buscando ampliamente la disponibilidad de cilindros de oxígeno, plasma y hospitalización. Un movimiento de solidaridad que volvió participantes también a jóvenes ajenos al mundo salesiano, capaz de devolverles la percepción de haber sido decisivos en muchos casos para salvar vidas humanas.
Otros testimonios, como en los días anteriores, fueron compartidos a través de la proyección de breves documentales y mensajes de audio y video, para mostrar lo concreto del carisma indicado por San Francisco de Sales. Como el de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, que su fundador don Luigi Variara quiso para los leprosos de Agua de Dios (Colombia) donde llegó como misionero enviado por don Miguel Rúa. Allí se practica todavía hoy el carisma salesiano de “víctima”, es decir, destinado a dar un amor ilimitado a las personas afectadas por discapacidades, enfermedades o rechazos sociales. “Santificarse mediante el sacrificio, encomendándose a la voluntad de Dios”.
O el testimonio recibido de la Congregación de las Hermanas de la Resurrección, que un misionero indio, el padre Jorge Puthenpura, ayudó a fundar en Guatemala para "favorecer la resilencia de los campesinos", hermanos marginados por la opinión pública. Las primeras religiosas eran analfabetas y mal formadas desde el punto de vista de la catequesis, pero dieron vida a un movimiento ya maduro para la "formación" de los más pobres, de muchas comunidades capaces de auto evangelizarse. Hoy es una realidad que va todavía buscando a los últimos, a los excluidos, a los Hijos que Don Bosco soñaba.
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