Actualmente, cuarenta chicos residen en este centro correccional salesiano, mientras que unos ochenta pasan por sus puertas cada año. Se trata en su mayoría de chicos de entre catorce y dieciocho años, estudiantes de secundaria o bachillerato que han cometido delitos juveniles y que están obligados por el tribunal a pasar al menos seis meses en el "Oratorio Don Bosco".
Los menores bautizados recibieron catequesis intensiva durante dos meses y pasaron una prueba final y una entrevista con catequistas experimentados, entre ellos el coadjutor salesiano Stephen Kim y el aprendiz John Lee. Un total de quince menores habían comenzado el programa, pero siete de ellos lo abandonaron o no superaron las pruebas, por lo que al final se bautizaron ocho.
Los jóvenes que son aceptados en la casa de trabajo estudian asignaturas académicas, participan en diversas actividades culturales y deportivas, así como en varias experiencias laborales. Entre las diversas actividades, también hay espacio para la formación religiosa. La mayoría de los chicos llegan allí sin ninguna formación religiosa, pero después de vivir con los salesianos durante unos meses, se les abren los ojos a una perspectiva de fe y están dispuestos a participar en actividades como la misa o el rezo del Rosario. Así, por ejemplo, al final del día, unos veinte menores se ofrecen voluntarios para rezar el rosario cada noche, que se ofrece en torno a las nueve, hora local, convirtiéndose en una tradición diaria rezar juntos. "¡No sé en qué otro lugar del mundo se puede encontrar a veinte jóvenes no bautizados de esa edad rezando juntos el Rosario cada noche!", informa uno de los salesianos implicados en la iniciativa.
Durante el año hay un total de cuatro ocasiones para recibir el Bautismo y el número total de nuevos bautizados oscila entre veinte y veinticinco al año.
El "Oratorio Don Bosco" de Seúl, con la ayuda de muchos colaboradores laicos, se esfuerza por construir procesos para reintegrar a estos jóvenes que una vez fueron dejados al margen y excluidos de la sociedad, para devolverlos a ella como personas capaces de desarrollarse con autonomía, como ciudadanos activos y creyentes - y siempre con pleno respeto a su libertad.
En esto, los Salesianos y sus colaboradores laicos no hacen más que seguir el mandato de la Congregación: "Convencidos de que el trabajo con los jóvenes y con las comunidades de riesgo es una de las más bellas formas de santificación que hemos heredado de nuestro Fundador, reconocemos, con toda humildad y sin triunfalismos, que estamos llamados a seguir trabajando con espíritu evangélico y profesionalidad en estas obras y servicios sociales: es la contribución salesiana a la construcción del Reino de Dios" (Actas del Consejo General, 438).
