Los salesianos se ocupan desde el año 2001 de la recuperación de cientos de niños y niñas soldado. Además, atienden a los huérfanos del ébola, niños de la calle, abusados y desarrollan actividades con los presos.
Pero un trabajo muy salesiano es la presencia en las cárceles, directamente en la prisión Pademba Road, donde cientos de adolescentes y jóvenes comparten celda con adultos y criminales de todo tipo. “Fuimos tres salesianos y un laico”, narra Jorge Crisafulli”.
Los Salesianos visitaron el “infierno en la tierra”, que es como se la conoce. Es una prisión pensada para 300 personas donde viven 1.876 presos. El olor en las celdas es nauseabundo: mezcla de sudor, orín y heces humanas. Visitaron toda la prisión: celdas, cocina, enfermería, talleres, patios… Todo dilapidado, viejo, abandonado, excepto una capilla católica construida por un misionero muchos años atrás.
Ahora, los salesianos visitan la prisión los viernes. Celebran la eucaristía, rezan, cantan, se encuentran con los adolescentes y jóvenes para escuchar sus historias y buscar ayuda legal para resolver sus casos. Ya son más de 30 los que han salido de la prisión. Varios viven en una casita especial bajo un programa llamado group home (Familia Grupo) donde viven y estudian para poder rehacer sus vidas.
El misionero Jorge Crisafulli narra la historia de un joven, para sorpresa, se llamaba “Juan Bosco”. Recuerdo dije lo que le dije: “con ese nombre no deberías estar en un lugar así”. Había perdido a sus padres durante la guerra civil y decidió ir a la capital en busca de trabajo. Fue apresado por la policía por ser potencial delincuente.
Hoy, Juan Bosco está fuera de la prisión Pademba. Ha vuelto a sonreír y sus heridas exteriores e interiores van cerrando y sanando lentamente gracias al trabajo de los misioneros salesianos.
“Juan Bosco” dejó el ‘infierno en la tierra’ para vivir en el paraíso salesiano, gracias a los misioneros salesianos.
