Algunas comunidades quedaron aisladas durante días. Muchas familias todavía duermen al aire libre, bajo lonas de plástico o tiendas improvisadas. La temporada de lluvias ha comenzado, haciendo la vida aún más difícil. El suelo está fangoso y los refugios están mojados e inseguros. El agua potable está contaminada y no hay suficientes servicios sanitarios ni lugares limpios para cocinar. Estas condiciones causan enfermedades, especialmente entre niños y ancianos.
La gente está cansada y asustada. Muchos siguen en estado de shock por el terremoto. Los niños ya no pueden asistir a la escuela, porque muchas fueron dañadas o destruidas. Los maestros no tienen material didáctico y los estudiantes han perdido sus libros. Los padres no saben cómo ofrecer un futuro mejor a sus hijos. Los hospitales y clínicas ya eran escasos en estas zonas, y ahora están abarrotados o funcionan deficientemente. Las personas con heridas o enfermedades crónicas sufren en silencio.
Y, sin embargo, la población de Myanmar demuestra un gran coraje. Voluntarios locales, grupos religiosos y operadores humanitarios están haciendo todo lo posible por ayudar. Comparten alimentos, agua, ropa y medicinas. Construyen refugios temporales y visitan a los enfermos. Pero no hay suficientes ayudas para llegar a todos. Las necesidades son demasiado grandes y muchas zonas siguen siendo de difícil acceso a causa del conflicto y del estado de las carreteras.
Lo que la gente necesita ahora es un apoyo a largo plazo. Necesitan viviendas donde vivir, agua potable y servicios sanitarios seguros. Los niños deben volver a la escuela y los maestros necesitan apoyo para poder enseñar nuevamente. Quienes perdieron sus granjas o pequeños negocios necesitan ayuda para volver a empezar.
“Pedimos a todos nuestros bienhechores que estén al lado de la población más vulnerable – escribió en una carta el padre Bosco Nyi Nyi, superior de la Visitaduría salesiana de Myanmar –. Incluso un pequeño gesto de bondad puede llevar luz a una familia que vive en la oscuridad. Juntos podemos llevar esperanza, sanación y nueva vida a la gente de Mandalay y Sagaing”.
Fuente: Missioni Don Bosco