La Positio tuvo como relator al padre Szczepan Tadeusz Praśkiewicz, OCD, como postulador al padre Pierluigi Cameroni, SDB, y como colaboradora a la doctora Lodovica Maria Zanet. Los elementos estructurales de la Positio –que presenta de manera detallada y profunda todo el conjunto probatorio documental y testimonial referente a la vida virtuosa de la Sierva de Dios– son: una breve presentación por parte del relator; la Informatio super virtutibus, es decir, la parte teológica en la que se demuestra la vida virtuosa de la sierva de Dios; los dos Summarium con las pruebas testimoniales y documentales; la Biographia ex Documentis; las secciones finales y el aparato iconográfico.
Después de la entrega, la Positio será examinada por los consultores teólogos del Dicasterio para las Causas de los Santos. Posteriormente, será estudiada por los cardenales y obispos: estas etapas de estudio y evaluación permitirán al Sumo Pontífice, en caso de resultado positivo, declarar a Vera Grita “Venerable sierva de Dios”. Luego será necesario un milagro atribuido a su intercesión para abrir el camino hacia la beatificación.
Esta noticia ha suscitado gran alegría tanto en la Asociación Opera dei Tabernacoli Viventi, como en la Familia Salesiana y en la diócesis de Savona, tierra donde vivió y murió la sierva de Dios.
Vera Grita, hija de Amleto y de Maria Anna Zacco della Pirrera, nació en Roma el 28 de enero de 1923 y fue la segunda de cuatro hermanas. Vivió y estudió en Savona, donde obtuvo la habilitación magisterial. A los veintiún años, durante una repentina incursión aérea sobre la ciudad (1944), fue arrollada y pisoteada por la multitud en fuga, sufriendo graves consecuencias físicas que marcaron su cuerpo para siempre con el sello del sufrimiento. Pasó desapercibida durante su breve vida terrena, enseñando en las escuelas del interior de Liguria (como Rialto, Erli, Alpicella y Deserto di Varazze), donde se ganó la estima y el afecto de todos por su carácter bondadoso y amable.
En Savona, en la parroquia salesiana de María Auxiliadora, participaba en la misa y era asidua al sacramento de la penitencia. Desde 1963 su confesor fue el salesiano padre Giovanni Bocchi. Salesiana cooperadora desde 1967, realizó su vocación en la entrega total de sí misma al Señor, quien de manera extraordinaria se entregaba a ella, en lo más íntimo de su corazón, con la “Voz”, con la “Palabra”, para comunicarle la Opera dei Tabernacoli Viventi. Sometió todos sus escritos al director espiritual, el salesiano padre Gabriello Zucconi, y guardó en el silencio de su corazón el secreto de esa llamada, guiada por el divino Maestro y por la Virgen María.
Impulsada por la gracia divina y acogiendo la mediación de sus guías espirituales, Vera Grita respondió al don de Dios testimoniando en su vida, marcada por el peso de la enfermedad, el encuentro con el Resucitado, y dedicándose con heroica generosidad a la enseñanza y educación de sus alumnos, atendiendo a las necesidades de su familia y testimoniando una vida de evangélica pobreza. Centrada y firme en el Dios que ama y sostiene, con gran fortaleza interior fue capaz de soportar las pruebas y sufrimientos de la vida. Sobre la base de esa solidez interior dio testimonio de una existencia cristiana hecha de paciencia y constancia en el bien.
Murió el 22 de diciembre de 1969, a los cuarenta y seis años, en una habitación del hospital “Santa Corona” de Pietra Ligure, donde había pasado los últimos seis meses de vida en un crescendo de sufrimientos aceptados y vividos en unión con Jesús Crucificado.
“El alma de Vera –escribió el padre Borra, salesiano, su primer biógrafo– con los mensajes y las cartas entra en el grupo de aquellas almas carismáticas llamadas a enriquecer a la Iglesia con llamas de amor a Dios y a Jesús Eucarístico para la expansión del Reino”.
En el mensaje del 12 de noviembre de 1967, Jesús pide a Vera que viva aquellas virtudes que, de algún modo, delinean el perfil espiritual que caracteriza su camino de santidad: «Te quiero humilde, humildísima. Esta virtud, querida a mi Corazón, la obtendrás de mi Madre, pero no dejes de invocársela.
Te quiero “al servicio de todos”, pronta a obedecer a todos, a servir a todos, porque así me servirás a Mí.
Te quiero “misericordiosa y prudente” con todos.
Te quiero “buena y generosa”.
Te quiero mártir de mi Amor, de mi Gloria.
Te quiero “mártir” de Mí.
Mi Sangre te purificará, y en tu martirio, la Sangre derramada será siempre la Mía.
Entonces te consumirás por Mí, y en Mí, el Sacrificio será ofrecido a mi Padre y consumado.
No temas, Me tienes y siempre me tendrás».
