Uganda – En medio de cifras aterradoras, una joven madre lucha por sobrevivir

10 Abril 2019

(ANS – Palabek) – Más de 4 millones de personas se han visto obligadas a huir de su país y casi 400.000 han muerto como resultado de enfrentamientos armados, pero también de enfermedades y escasez de alimentos. Estas son las cifras aterradoras de la guerra civil en el sur de Sudán, el país más joven del mundo, independiente desde hace solo ocho años, pero todavía sin paz. Miles de personas no tienen otra opción que huir, especialmente a Uganda. En medio de cifras aterradoras, una joven madre lucha por sobrevivir, es Gladys y tiene un hijo.

Gladys llama la atención por su estatura, su pelo, su belleza y su sempiterna sonrisa. Por si esto fuera poco, tiene sólo 23 años, un hijo de dos años y es la única mujer en la clase de la reparación de motos de la Escuela Técnica Don Bosco del asentamiento de refugiados de Palabek (Uganda). Gladys es una más entre sus compañeros, pero fuera de la escuela también trabaja con una pequeña máquina de coser arreglando ropa y, siempre que puede, se ‘escapa’ en moto a Sudán del Sur para ver a su madre y a su hijo.

El sueño de Gladys no difiere en casi nada al del resto de los refugiados del asentamiento de Palabek: la paz. Pero hasta entonces, el difícil y largo día en el campo se va llenando de pequeños sueños como la educación, actividades con los Salesianos y viajes en moto a Sudán del Sur para visitar a su familia.

Huyó de Sudán del Sur cuando el miedo y las ganas de vivir fueron más fuertes que la posibilidad de morir en cualquier momento. “Un día dispararon contra un autobús lleno de gente y me pude tirar al suelo y sobreviví, pero murió mucha gente”, recuerda con dolor Gladys.

Gladys, el ejemplo de refugiada joven, mujer, madre y superviviente con una fortaleza increíble.

Sabe conducir motos y quiere ser conductora profesional para viajar asiduamente a Sudán del Sur. Gracias a la Escuela Técnica Don Bosco, abierta por los Salesianos hace dos meses, participa en el taller de mecánica de motos. “No me importa ser la única chica, pero tengo claro que tengo que saber arreglar la moto por si se estropea cuando viajo”.

El sueño de Gladys continúa en su hijo, al que “quiero darle una buena educación”. Ojalá, reconoce, que sea posible la paz definitiva “para pensar en el futuro a largo plazo” y que Gladys pueda seguir sonriéndole a la vida sin la preocupación de hasta cuándo tendrá que estar en un asentamiento de refugiados.

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