Argentina – El P. Ernesto Vespignani, SDB, y la arquitectura sagrada
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03 Enero 2023

(ANS – Buenos Aires) – El sacerdote salesiano Ernesto Vespignani fue un eminente proyectista de templos y colegios de la Sociedad de Don Bosco en Argentina y en otros países. Los intérpretes de la estética religiosa aún hoy valoran su desempeño y su aporte a la arquitectura religiosa, especialmente a través de la configuración de numerosos núcleos urbanos donde la “manzana salesiana” (suma de iglesia y colegio) fue y sigue siendo una presencia ineludible.

Sin duda, Vespignani fue el creador de una marca de identidad salesiana, tanto en el caso de aquellas manzanas como en la reiteración del morfismo de la torre-campanario central.

La “necesidad de espacios sagrados” es el núcleo de la labor del proyectista salesiano. La figura paradigmática de Vespignani provee una respuesta histórica a esa demanda vernácula de arquitectura sagrada (bella y a la vez funcional) en un contexto de época de superación progresiva de las tensiones entre la dirigencia política y la Iglesia Católica, y de transiciones intraeclesiales asociadas al ajuste al nuevo modelo de absorción cultural e integración social provocado por la escala aluvial de la inmigración.

La obra edificada de los salesianos se inscribe en la dinámica de estos procesos. Vespignani llegó a la Argentina en 1901 en el preciso kairós de un país lanzado a la conquista utópica de un progreso infinito, para cuya materialización convocaba a los hombres y mujeres de buena voluntad que Europa estuviera dispuesta a embarcar.

Italia (la patria de Don Bosco, de la Congregación Salesiana, de tantos misioneros que llegaron en Argentina y de Vespignani) fue uno de aquellos lugares proveedores de migrantes que influyeron en la configuración identitaria de la Argentina moderna, plural y cosmopolita, dejando atrás la rigidez monolítica de los siglos anteriores.

Los colegios salesianos cumplieron un rol eminente en aquel proceso de integración de las poblaciones urbanas, especialmente en la linea de la enseñanza de las artes y los oficios, aparte de la labor pastoral patagónica. Aunque, como señala el profesor Juan Lázara, autor del libro “Ernesto Vespignani y la arquitectura sagrada”, editado por Ediciones Don Bosco de Buenos Aires, no todo fue color de rosas para aquellos misioneros: si bien los conflictos ideológicos con el Estado habían llegado a un punto de concordia, una nueva amenaza asomaba en el escenario, encarnada en las logias y los grupos activistas de carbonarios italianos, anarquistas de todo origen y masones locales. Además, el avance de la propaganda metodista de la mano de William Morris, también se presentaba como un foco de tensión en el campo educativo, especialmente en los arrabales de la Capital.

Todas estas circunstancias motivaron rápidas respuestas pedagógicas y evangelizadoras de parte de los hijos de Don Bosco, “apalancadas” en la apropiación de la escala territorial a través de la compra de enormes parcelas (manzanas enteras en su caso) y la edificación de vistosos complejos de arquitectura educativa-recreativa “plus” cultural.

La Congregación llegó a adquirir una notable versatilidad en el despliegue de esta agenda inmobiliaria. Y Vespignani fue un recurso clave al organizar una eficiente oficina técnica productora de proyectos de apreciable calidad constructiva, inteligencia funcional y belleza estética al servicio de la Fe. Como dijimos antes, la “manzana salesiana” que tan bien ha identificado Lázara se convirtió en marca de identidad. Y el volumen de edificaciones que resultó de esta operación proyectual es abrumador.

El arte habrá sido, acaso, su primera vocación, pero no hay que olvidar que Vespignani creció rodeado de un ambiente paterno-materno de acendrada religiosidad. No en vano sus progenitores dieron a la Iglesia tres hijos presbíteros.

La dualidad de inclinaciones, donde lo pastoral se solidarizaba con lo artístico, tuvo sus primerizos desarrollos en Italia, en el seno congregacional, pero iba a hallar la plenitud de su horizonte creativo en la Argentina ante la convocatoria de su hermano José, quien ejercía la máxima autoridad de la congregación en aquel tiempo en Argentina. La idea de levantar un templo monumental en Almagro fue el motivo de la invitación, en el punto preciso en que Ernesto concluía la iglesia de Valsalice, en Turín, junto al sepulcro de Don Bosco. Finalmente, los tres hermanos, sacerdotes salesianos, encontraron su destino en las tierras del Plata, como actualizando aquel anhelo de los navegantes romanos que Cicerón puso en boca del viejo Catón en “De senectute: ad portus, ex longa navegationem…” (llegar a puerto, tras larga travesía…).

A pesar de un error repetido por muchos, Vespignani nunca obtuvo el título de graduado en arquitectura, pero no lo necesitó ni para desempeñar su oficio, ni para demostrar que era un eximio proyectista.

Aunque no fue el primero en este campo a destacar su fascinación por las estructuras industriales y la apertura a utilizar nuevas tecnologías constructivas, derivadas del empleo del cemento armado en edificios eclesiásticos. En tal sentido, fue uno de sus pioneros y más intensivos promotores.

Y mientras es posible recapitular a los maestros y colegas italianos que más influyeron en su producción: Mario Ceradini, Alessandro Antonelli (bien llamado “el Eiffel italiano”), Carlo Ceppi, Giuseppe Sacconi, Camilo Boito y Edoardo Mella, permanece una tarea ardua hacer un inventario de las obras de Vespignani, que tropeza con los escollos propios de la heterogeneidad, dispersión y de la documentación incompleta, tanto en la Argentina como en Italia, lugares donde mayormente ha espigado el autor, aunque se encuentran sus obras también en Perú, Brasil y Uruguay, virtualmente desconocidas para la crítica local.

La figura del sacerdote ítalo-argentino hacedor de iglesias y colegios comienza a coronarse del aura de celebridad que durante varias décadas se le ha retaceado y su nombre empieza a acompañar el de otros insignes arquitectos, más favorecidos por la notoriedad, que dejaron la huella de su excelencia en la arquitectura historicista argentina.

Fuente: Gaceta Mercantil

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