A la mañana siguiente, la niña regaló a su padre la caja envuelta y le dijo:
“Esto es para ti, papito”.
Él se sintió avergonzado, pero cuando abrió la caja y la encontró vacía, otra vez gritó con ira: “¿acaso no sabes que cuando se le da un regalo a alguien se supone que tiene que haber algo dentro?”
La pequeña volteó hacia arriba el rostro y con lágrimas en los ojos dijo: “¡Oh, papito, no está vacía! Yo soplé un montón de besos dentro de esa caja y todos son para ti”.
El padre se sintió morir, rodeó con sus brazos su pequeña hija y le suplicó que lo perdonara.
Dicen que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y que siempre que se sentía derrumbado, tomaba de ella un beso y recordaba el amor que su hija había depositado en ese objeto. .
De alguna forma cada uno de nosotros hemos recibido alguna caja llena de amor incondicional y de besos de nuestros hijos, amigos, familia...
Nadie poseerá jamás una propiedad más grande.
En la vida de una familia, a menudo hay muchas “cajas vacías”. Pensamos que son cajas vacías porque nos estamos volviendo incapaces de ver lo que es "invisible".
Hablamos de un sentimiento que es constructivo y es indispensable para la familia, las relaciones humanas, la educación y la vida. Pareciera que todo esto no es nada, pero en realidad, es la fibra del amor, es la razón de existir.
Para Don Bosco esta realidad era la más importante. Incluso había inventado una fiesta por celebrar este acontecimiento y lo llamó la fiesta de la gratitud y con un sinónimo muy hermoso: reconocimiento. Comienza en este momento: saber reconocer, saber mirar. Nuestra vida cotidiana está llena de regalos: hay quienes hacen el aseo, otros preparan la comida, otros proporcionan lo esencial, alguien que conforta, que alienta, que alegra, que habla y que escucha. Para entender esto, es sentir que recorre dentro de nosotros la linfa del Amor que une y pide solo crecer y propagarse.
