Queridos amigos y hermanos de la Familia Salesiana, comenzando mi nuevo sexenio, comparto con ustedes lo que siente mi corazón. Primero que nada, agradezco a Dios en cuyas manos amorosas nos encontramos y movemos todos. Dios nos ha guiado hasta este momento. El sí que nuevamente he pronunciado nace de la confianza en Dios y en todos ustedes, que forman la gran alma y el gran corazón de esta nuestra amada Familia.
La emoción es grande.
Me siento aún asombrado por el hecho de ser sucesor de Don Bosco, padre y centro de unidad de la familia salesiana. Y me quedo sin palabras, una vez más, cuando leo en el testamento espiritual de Don Bosco aquello que nuestro Padre nos dejó escrito al respecto:
«Antes de partir de partir para mi eternidad, debo cumplir con ustedes algunos deberes y satisfacer así un vivo deseo de mi corazón (...) Les dejo aquí en la tierra, pero sólo por un poco de (...), su Rector ha muerto, pero será elegido otro que cuide de ustedes y de su eterna salvación. Escúchenle, ámenle, obedézcanle, recen por él, como lo hicieron por mí».
Las palabras de nuestro amado padre Don Bosco resuenan en mi mente y en mi corazón como bálsamo y como fuego al mismo tiempo. Su figura es tan grande que inevitablemente me siento pequeño e indigno. Sólo la gracia que viene del Señor, a la cual me abandono, su ayuda, la de todos los salesianos en los más diversos lugares del mundo, y el amor que tengo y tenemos por nuestros jóvenes, especialmente los más pobres, me dan la paz y la valentía necesarias.
Muchos hermanos me han preguntado sobre cómo me siento. Mi respuesta ha sido siempre esta: muy en paz y muy libre. Esto es lo que he sentido todo el tiempo, durante el Capítulo y durante el discernimiento. Es lo que he sentido antes y después de las elecciones: paz y libertad porque no he buscado ni busco este servicio. Estaba espiritualmente listo para continuar - porque siento que los seis años que vivimos precedentemente fueron años de gracia, no sin dificultades obviamente – pero no me han arrebatado ni quitado la esperanza y el deseo de fidelidad personal a la Congregación. Sin embargo, estaba también listo para concluir mi servicio, si tal hubiese sido el sentimiento de la Asamblea en el nombre del Señor.
Y es con esta paz y libertad que imprimo en mí lo que se dijo sobre las expectativas sobres el Rector Mayor: buscaré ser, en lo posible, un verdadero hombre de Dios, con fuerte identidad carismática y pastoral, visionario, capaz de una mirada de fe y esperanza al leer la realidad. Es mi profundo deseo continuar siendo, en lo posible, hombre capaz de paternidad y afecto fraterno, de acompañamiento, cercano a los hermanos.
Pienso que pondré muchas de mis energías para ser un hombre capaz de construir unidad, de involucrar y acompañar, de crear una visión común, de unir las diferencias, de construir comunión entorno a sí, de trabajar en equipo y a delegar.
Finalmente, dirijo la mirada a los jóvenes. Ellos son para nosotros el "sacramento" de nuestro encuentro con Dios. Constituyen "la zarza ardiente" a la cual nos acercamos en nombre de Dios. Son el lugar sagrado de la santificación que Dios nos ha asignado en Don Bosco.
La presencia de los jóvenes en el Capítulo General ha dejado nuestros corazones llenos de emoción con motivo de la fuerza de sus palabras juveniles.
Los jóvenes nos han pedido estar con ellos, no abandonarles, no dejarles abandonados a su destino. Nos han pedido quererles, amarles, porque nos anhelan y nos aman. Nos han pedido acompañarles en el camino de la vida. Y nos han pedido ser hombres capaces de hablarles del amor que Dios tiene por ellos. Non nos han pedido estructuras, o más paredes, ni programas de gestión ni tampoco actividades.
Los jóvenes fueron cofundadores con Don Bosco, ha dicho el Papa Francisco en su mensaje al CG28. He aquí porque ellos y el ruido de sus voces - escribe el Santo Padre – son y deben ser nuestra mejor música. Estamos entonces llamados a permear la vida de tantos jóvenes abandonados, en peligro, pobres, descartados que esperan una mirada de esperanza, que esperan aquel salesiano que será hermano, a veces padre y siempre amigo.
No podemos no ser fieles teniendo ante nuestros ojos a los niños, adolescentes, jóvenes y a sus familias. Se espera de nosotros una doble fidelidad: fidelidad a los jóvenes y docilidad al Espíritu Santo.
Ha sido importante vivir el CG28 en Valdocco. El mismo Santo Padre nos habla de la que ha definido "la opción Valdocco" y que traduzco en sueños que son ya realidad pero que deben serlo aún más, porque sueño como Don Bosco que el salesiano del siglo XXI sea un hombre pleno de esperanza, apasionado de Jesucristo. Sueño una Familia Salesiana con el espíritu de Valdocco como la construyó Don Bosco, que viva por y con los muchachos y jóvenes, amándoles verdaderamente en el nombre del Señor.
Sueño una Familia Salesiana en la que los pobres y abandonados, los descartados, los excluidos, aquellos que han sufrido algún tipo de abuso y violencia sean la prioridad, como hizo Don Bosco.
Si es así, la Madre Auxiliadora continuará ha hacer todo en esta Congregación y en esta Familia salesiana. Y a todos ustedes, con afecto, repito las palabras del Papa Francisco: Sueñen y sueñen en grande. Sueñen y hagan Soñar.