En este trabajo de investigación, el padre Jean-Marie Petitclerc, salesiano, originario de Normandía al igual que santa Teresa, se basa en "la triple experiencia educativa de la pequeña Teresa": en la familia, en el Carmelo como maestra de novicias y en el ámbito de la dirección espiritual. "Si hay una expresión que caracteriza mejor la espiritualidad de santa Teresa del Niño Jesús, es la de 'Pequeño Camino'". Según relata santa María de la Trinidad, "lo que ella llamaba su 'Pequeño Camino' de infancia espiritual era el tema constante de nuestras conversaciones. Los privilegios de Jesús son para los más pequeños, me repetía. Teresa no cesaba de hablar sobre la confianza, el abandono, la sencillez, la rectitud, la humildad del niño pequeño y siempre me lo presentaba como modelo".
El fundamento de este "pequeño camino" es el amor.
I – UNA TRIPLE EXPERIENCIA EDUCATIVA
1) En la familia
"Cuando tuvimos a nuestros hijos, ya no vivíamos más que para ellos [1]", solía decir Zélie Martin. La pequeña Teresa, apodada "pequeña reina" por su padre, disfrutó del afecto de sus padres, que jugaban con sus cinco hijas. Los niños fueron educados en la obediencia, con un espíritu de verdad y justicia, pero impregnado de confianza y amor. "En nuestra casa, nos formaron tanto en la obediencia que esta era una obediencia por amor y no por miedo a castigos". Teresa creció entre sus cuatro hermanas, Louise, Pauline, Léonie y Céline, ya que los tres otros hijos del matrimonio Martin murieron siendo muy pequeños. Ellas fueron para ella modelos a seguir.
Escuchémosla hablar sobre el "mimetismo", con la historia de esos pequeños pájaros: "Recuerdo que, entre mis pájaros, tenía un canario que cantaba maravillosamente; también tenía un pequeño jilguero al que prodigaba mis cuidados maternales, habiéndolo adoptado antes de que pudiera disfrutar de su libertad. Este pobre prisionero no tenía padres que le enseñaran a cantar, pero al escuchar desde la mañana hasta la noche a su compañero el canario hacer alegres gorjeos, quiso imitarlo... Esta empresa era difícil para un jilguero, así que su dulce voz tuvo mucho trabajo para armonizarse con la voz vibrante de su maestro musical. Era encantador ver los esfuerzos del pobre pequeño, pero tuvieron éxito, porque su canto, aunque conservando una dulzura mucho mayor, fue absolutamente igual al del canario."
Y Teresa concluye: "¡Oh, mi querida madre! Fuiste tú quien me enseñó a cantar... Fue tu voz la que me encantó desde la infancia, y ahora tengo el consuelo de escuchar decir que me parezco a ti. Sé cuánto estoy lejos aún, pero espero, a pesar de mi debilidad, repetir eternamente el mismo cántico que tú". Después de la muerte de Zélie Martin, cuando Teresa tenía solo cuatro años y medio, Pauline, su hermana mayor, asumió el papel materno. Escuchemos a la pequeña Teresa hablar sobre la educación recibida: "Considero como una verdadera gracia haber sido habituada por ti a superar mis miedos. A veces, me enviabas sola por la noche a buscar algo en una habitación lejana. Si no me hubieran dirigido tan bien, me habría vuelto muy temerosa, en lugar de eso, ahora soy realmente difícil de asustar... A veces me pregunto cómo pudiste criarme con tanto amor y delicadeza sin echarme a perder, porque es cierto que no me permitiste una sola imperfección, nunca me hiciste un reproche sin motivo, nunca volviste sobre algo que hubieras decidido. Lo sabía tan bien que no habría podido ni querido dar un paso si me lo hubieras prohibido..." Esta educación recibida en familia inspiró los principios educativos que fueron los de Santa Teresa.
2) La experiencia como maestra de novicias
En el Carmelo, convertida en maestra de novicias, Teresa hizo todo lo posible para que su relación con cada una se edificara en la confianza y se respetara la libertad de cada una. Se adaptó con inteligencia a cada tipo de personalidad. "Se siente que hay que olvidar absolutamente sus gustos", nos dice ella, "sus concepciones personales, guiar a las almas por el camino que Jesús les ha trazado, sin tratar de hacerlas caminar por su propio camino." Ella observa: "Vi primero que todas las almas tienen más o menos las mismas luchas, pero que son tan diferentes por otro lado (...) Por lo tanto, es imposible actuar con todas de la misma manera. Con algunas almas, siento que debo hacerme pequeña, no temer humillarme al confesar mis luchas (...) Con otras, vi que al contrario, para hacerles bien, hay que tener mucha firmeza y nunca volver sobre algo dicho. Abatirse no sería entonces humildad, sino debilidad."
3) La experiencia de la dirección espiritual
Gracias a su abundante correspondencia, Teresa se convirtió en acompañante espiritual de aquellos que la solicitaron.
Detengámonos en los consejos que le daba a su prima Marie Guérin, quien le confiaba sus tormentos derivados de sus escrúpulos alimentados por sus estancias en París: "Mi querida Teresa", le escribe, "vengo de nuevo a atormentarte, y sé de antemano que no vas a estar contenta de mí, pero, ¿qué quieres?, sufro tanto que me hace bien verter todas mis penas en tu corazón. París no está hecho para curar a los escrupulosos, no sé dónde dirigir mi mirada; si evito una desnudez, me encuentro con otra, y así sucesivamente durante todo el día, es para morirse de tristeza. (...) No sé si me vas a entender, tengo tantas cosas en mi pobre cabeza que no sé cómo resolverlas. (...) ¿Cómo quieres que haga la santa comunión mañana y el viernes? Estoy obligada a abstenerme, es para mí la prueba más grande."[6]
Teresa le responde al día siguiente: "Hiciste bien en escribirme, entendí todo... No has hecho nada malo, sé muy bien qué son ese tipo de tentaciones, te lo puedo asegurar sin temor, además, Jesús me lo dice en lo más profundo de mi corazón... Hay que despreciar todas esas tentaciones, no prestarles atención. ¿Debo confiarte algo que me ha causado mucho pesar? Es que mi pequeña Marie ha dejado de comulgar (...) Lo que asusta a Jesús, lo que le duele en el corazón, es la falta de confianza."[7]
Así, en su respuesta, Teresa realiza un cambio. A su prima, que se atormentaba por su apego a imágenes obscenas, Teresa responde que el verdadero problema es su falta de confianza en el amor de Jesús.
