"Te quiero". Si eres tú quien pronuncia estas palabras, seguramente te quedarás esperando ansiosamente, esperando que la otra persona responda con las palabras: "Yo también te amo".
¿Te imaginas a Dios conteniendo el aliento divino, mientras espera la respuesta de María en la Anunciación? Cuando María pronunció su "sí", simplemente declaró a Dios: "Yo también te amo", ofreciéndose como regalo al Dios que la amó primero. Opta por dejar que el plan de Dios se desarrolle en ella y a través de ella: "He aquí la esclava del Señor, que se haga en mi lo que has dicho" (Lc 1, 38).
Este consentimiento en la Anunciación también se confirma cuando permanece imperturbable bajo la cruz y aún más tarde, cuando intercede por nosotros y testifica el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés. María colabora de manera especial en el plan de salvación de Dios e intercede por la humanidad ante su Hijo.
El acto de consagrarse a María, la Madre de Dios, es sencillamente, entrar en su respuesta de amor, para que nos unamos a su "sí" mientras declaramos a Dios: "¡Yo también te amo!".
(...) También es cierto que en la cruz Jesús confía su madre a la humanidad, cuando declara a Juan, el discípulo amado: “¡Ahí tienes a tu madre! ¡Madre, aquí está tu hijo! " (Jn 19, 26-27). La razón por la que entonces nos encomendamos a María es que, como el discípulo amado, podemos "hospedarla" en nuestra casa. “Consagrarnos a María significa confiarnos a su intercesión materna para que nos ayude a ofrecernos más plenamente a Cristo en su misma consagración para nuestra redención”, resumió el padre Michael Gaitley.
Y cuando nos encomendamos a María hay un intercambio de corazones: nosotros le damos nuestro corazón pecador y Ella nos da su Corazón Inmaculado. (…). Este acto de consagración a María fue realizado por la madres de San Juan Bosco y San Francisco de Sales cuando ellos eran niños. Y este mismo acto de consagración a María fue renovado personalmente por cada uno de ellos a lo largo de su vida.
(…) Un secreto interesante se esconde en los cimientos de la Basílica de María Auxiliadora de Turín, hecha construir por Don Bosco. Al entrar, la imagen de María Auxiliadora es claramente visible a la izquierda del altar mayor y del santuario. Sin embargo, la mayoría desconoce el hecho curioso de que la estatua está colocada deliberadamente sobre la "piedra angular de la Basílica", como había pedido el propio Don Bosco. (...) Esto habla por sí mismo del papel de María no solo en la construcción de la Basílica, sino como Madre vigilante de toda la empresa salesiana.
El texto completo de la traducción está disponible en la versión en inglés del texto. El video también está disponible aquí.