Todos aquellos que actualmente son refugiados en el extranjero han tenido experiencias muy duras durante sus fugas: algunos experimentaron serias dificultades durante el viaje, otros se vieron obligados a huir de bombardeos y disparos, incluso algunos han sufrido estafas o explotación, han experimentado racismo o xenofobia, robos o ataques...
Tras todo eso, poder sentir entornos de serenidad, entretenimiento, belleza, riqueza cultural y artística representa mucho para ellos. Así lo atestigua también un joven voluntario polaco que se ha relacionado con algunos refugiados ucranianos, jóvenes y mayores, en el marco del reciente Festival "Sin Fronteras" en la ciudad de Różanystok, un evento anual promovido por los Salesianos, que reúne a jóvenes de diferentes países. Allí además de los espectáculos se realizan cada día diferentes talleres a través de los cuales los animadores transmiten sus habilidades en un gran número de sectores: canto, acrobacias, artes escénicas, percusión, malabares en todas sus formas, mímica, teatro de marionetas, beat boxing, rap y break dance.
Si en el pasado los niños ucranianos venían por placer, este año lo hicieron por necesidad (en un total de los 300 participantes, unos 60 eran chicos y jóvenes ucranianos).
Una tarde un joven voluntario polaco, sirviendo a las mesas, se acercó a una pareja de niños ucranianos -él tiene 11, ella 13- y conversó un poco con ellos usando el ruso como lengua vehicular:
“Le pregunté si su pueblo había sido bombardeado y mientras las palabras salían de mi boca me di cuenta de que hubiera sido mejor no preguntarlo. Pero la chica, de nuevo con un tono increíblemente tranquilo, dijo como si se tratara de algo bastante normal y ordinario: "Sí, hubo bombardeos", y el chico asintió.
Después de eso, evité cualquier referencia a la guerra. Continuamos nuestra conversación informal, tocando sólo los temas que suelen interesar a los escolares: entre ellos que están a punto de terminar las clases, porque se acercan las vacaciones de verano. La escolarización polaca es diferente a la ucraniana, pero día a día se les volvió más fácil.
Ellos dicen que el Festival es maravilloso, ya que asisten a los talleres e intentan aprender cosas que nunca antes habían hecho. Se lo están pasando muy bien.
Les encantó el concierto final de ayer, cuando todo el público se acercó a la parte delantera del escenario y bailó junto al ritmo de la música. Al final del programa, se desplegaron en el escenario banderas polacas y ucranianas...
Terminada mi cena y les doy las gracias por la comida, pero ellos se quedan en la mesa y hablan un rato más de sus cosas, que ningún europeo puede entender realmente. Pero no sólo porque hablan en ucraniano“.
Al día siguiente, nuestro voluntario continuó hablando con algunos refugiados adultos:
“Utilizan la palabra internacional trauma: hablan de los bombardeos de la artillería, de los combates y de la caída de su ciudad natal.
También comentan la vida en la ciudad ocupada por las tropas rusas, la dramática (también es una palabra internacional) decisión de irse al extranjero, sobre los puestos de control rusos, los largos interrogatorios por parte de soldados armados, las carcasas de coches quemados y aplastados al lado de la carretera, la enorme multitud de mujeres y niños en el andén de la estación de tren de Leópolis, del alivio tras cruzar la frontera y un alivio aún mayor cuando resultó que todos los ucranianos pudieron entrar en Polonia sin ninguna restricción.
También comentan que las organizaciones benéficas polacas, el gobierno local y central se ocuparon de ellos. Les proporcionaron alojamiento y una escuela o guardería para los niños, un trabajo para algunas madres y 100 euros al mes para cada niño ucraniano, que es exactamente lo que reciben todos los niños polacos... y en fin, hablan sobre la nostalgia de su casa...”.
En septiembre, con el inicio del curso escolar, serán 600 mil los alumnos ucranianos que estudiarán en escuelas polacas.