Don Bosco no enviaba simplemente a unos hombres a otro continente: enviaba un estilo de vida, una espiritualidad y una esperanza. En aquella noche histórica, entregó a Juan Cagliero y a sus compañeros el espíritu del Da mihi animas, cetera tolle: el mismo ardor apostólico que aún hoy impulsa a miles de laicos, consagrados y jóvenes que componen la gran Familia Salesiana extendida por el mundo.
Memoria viva de un sueño
Celebrar el 150° aniversariode la Primera Expedición Misionera no significa solo recordar un hecho histórico, sino hacer presente un sueño que continúa caminando. El sueño de Don Bosco no era únicamente fundar escuelas, oratorios o misiones; era formar buenos cristianos y honrados ciudadanos, generar comunidades vivas, alegres, solidarias y profundamente evangelizadoras.
Cada grupo de la Familia Salesiana – salesianos de Don Bosco, Hijas de María Auxiliadora, Asociación de María Auxiliadora, Salesianos Cooperadores, Exalumnos, Voluntarias y muchos otros – es heredero de este impulso misionero. Todos comparten la misma pasión: llevar a Cristo a los jóvenes, especialmente a los más necesitados, y transformar el mundo con la fuerza del amor educativo.
Pero la conmemoración no debe dejar solo nostalgia. También debe interpelar. La pregunta que resuena es inevitable: “¿Y el futuro?”
El futuro tiene un rostro joven
El futuro de la misión salesiana no será solo geográfico: no se trata simplemente de ir a nuevos lugares, sino de adentrarse en nuevas fronteras humanas, culturales y digitales.
Hoy, los jóvenes no se encuentran solo en las plazas y en los oratorios; están presentes en las redes sociales, en las universidades, en las periferias existenciales, en los espacios donde buscan sentido, escucha y esperanza.
Ser misionero salesiano hoy significa estar presente donde se encuentra el joven, con el corazón de Don Bosco y la ternura de María Auxiliadora. Significa ser testigo de alegría, de acogida y de misericordia. Es vivir una espiritualidad encarnada, eucarística y cercana, que se traduce en servicio y amistad. Como decía Don Bosco: “Basta que sean jóvenes para que yo los ame”.
El desafío de la comunión y de la corresponsabilidad
La Familia Salesiana de hoy es amplia y diversa: treinta y cuatro grupos, miles de miembros esparcidos por todo el mundo. Esta riqueza es también una invitación a vivir la unidad en la diversidad, a renovar aquel “espíritu de familia” nacido en Valdocco. Don Bosco no soñó una Congregación aislada, sino una familia en camino, donde cada vocación tiene su espacio y cada don contribuye a la misión común.
El futuro será fecundo si consagrados y laicos, jóvenes y adultos, continúan caminando juntos, unidos en la misma pasión apostólica. La corresponsabilidad en la misión es el nuevo nombre de la fidelidad carismática.
Con María, hacia el nuevo Valdocco
Como en 1875, también hoy María Auxiliadora está al frente de esta aventura. “Es Ella quien lo ha hecho todo”, decía Don Bosco, y es Ella quien sigue guiando cada paso misionero de la Familia Salesiana. Hoy, la Familia Salesiana está invitada a recomenzar con María, a dejarse conducir por Ella hacia un nuevo Valdocco, donde cada casa salesiana se convierta en un espacio de fe, de alegría y de esperanza, sobre todo para quienes más lo necesitan. Después de ciento cincuenta años, los centros de la Familia Salesiana continúan siendo Casa que acoge, Iglesia que evangeliza, Patio donde hacer amistad y Escuela que educa para la vida.
Una misión que no termina
Celebrar los ciento cincuenta años de la Primera Expedición Misionera significa reafirmar que la misión salesiana no tiene fin, porque nace del Corazón de Cristo. El mismo Espíritu que inspiró a Don Bosco continúa impulsando a sus hijos e hijas a salir, a escuchar, a servir y a amar.
¿El futuro?
El futuro de la misión salesiana será tan grande como la capacidad de soñar con Dios y de caminar junto a los jóvenes. Y, como diría Don Bosco, con fe y con alegría vale la pena repetir: “El Señor nos espera en el futuro. ¡Y con María, adelante!”.
Padre Renato dos Santos, SDB
